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Enérgica, alegre, y con su corazón abierto de par en par, Rita recibe en su restaurante a Periódicos Punto Cero con una enorme sonrisa y un punto de timidez. Ella no está acostumbrada a reconocimientos públicos. “Nací para trabajar y eso es todo lo que he hecho a lo largo de toda mi vida”.
Al iniciar la entrevista, Rita dudaba si podía ofrecer contenido suficiente para las dos páginas que ocupan esta sección, pero lo cierto es que, cuando se puso a hablar, hasta ella se sorprendió de lo mucho que tiene que contar…
Rita es la tercera de seis hermanos. “Mis padres no tenían tele” aclara divertida. Está casada con David y es madre de dos hijas, Davinia y Julia, que son su mayor orgullo y debilidad. Mujer valiente, empresaria del sector hostelero, y puntaumbrieña de cuna y corazón, nos abrió las puertas de su restaurante y de su alma para mostrarnos una vida que jamás conoció el aburrimiento…
¿Eres nacida en Punta Umbría?
– Sí… yo nací en Punta, mis padres eran los dos de aquí. Mi padre, Manuel de la Rosa, falleció desgraciadamente hace cinco años ya. Trabajaba en la piscifactoría de Punta Umbría. Al año de morir mi padre, mi madre empezó a batallar contra un cáncer de colon, por lo que actualmente se encuentra de baja. Ella trabajaba de limpiadora en los colegios. Mi padre y mi madre son mis grandes referentes de vida. Somos una familia muy puntaumbrieña.
¿Cómo recuerdas tu infancia? ¿Ha sido una época feliz? ¿cómoda?
– Uy… mi infancia ha sido feliz porque siempre me he sentido muy amada, pero cómoda no ha sido para nada… Mi madre, que proviene de una familia numerosa, se tuvo que hacer cargo de sus hermanos chiquititos cuando su madre, mi abuela, murió con tan solo 40 años. Mi madre se ocupó de sus hermanos que vinieron a vivir con nosotros, que ya conformábamos una familia bien grande. En casa de mis padres, con el único sueldo de un hombre marinero que era mi padre, estábamos 16 personas diariamente para comer, para dormir y para todo. Imagínate… Y en una casa de 60 metros cuadrados. Dormíamos en colchones en el suelo, por lo que, debo reconocerte que mi infancia, precisamente cómoda, no ha sido. Hemos vivido una infancia con mucha dificultad y mucha necesidad, especialmente los hermanos mayores, pero también es verdad que, como éramos tantos en casa, vivíamos una especie de realidad paralela a la del resto del pueblo. Éramos un núcleo social, como un núcleo de población perteneciente a Punta Umbría, pero totalmente diferenciado. Un núcleo familiar donde lo que más abundaba era el cariño y la ayuda mútua para todo lo que hiciera falta a cualquiera de nosotros. Todos íbamos siempre remando en la misma dirección, luchando por cubrir las necesidades más básicas de toda la familia, y lo hacíamos por devoción a nuestra gente, por vocación y obedeciendo siempre a unos valores muy sólidos.
¿Qué es lo que más miedo te da hoy día?
– Me da mucho miedo perder la salud. Que mi gente esté sana es lo que más valoro en esta vida. También me da mucho miedo la evolución que veo tan extraña de la sociedad a raiz de la pandemia. Veo que desde el confinamiento está el mundo enrarecido y me da miedo no disponer de herramientas válidas para manejarme y defenderme de los nuevos problemas que nos puedan llegar en esta nueva era.
Si te tuvieras que definir con pocas palabras ¿cómo lo harías?
– Me considero una persona cariñosa, positiva, alegre, luchadora y trabajadora. Soy consecuencia de todo lo vivido…
Hablas como si fueras una persona muy mayor pero tienes un aspecto muy juvenil ¿Qué edad tienes?
– Tengo 40 años, pero es cierto que llevo mucho vivido, y la experiencia de vida hace que hoy sea todo lo que ves, que no es más que una mujer con dos manos y mucho coraje para trabajar, y un corazón muy grande para amar a los míos. He tenido que batallar muy duro para llegar a la situación en la que hoy me encuentro, pero hasta llegar aquí he tenido que luchar y empezar muchas veces de cero. Ya no me acobardo ante casi nada…
Imagino que con lo que había en tu casa, 16 personas para comer cada día, habréis tenido que colaborar mucho desde bien pequeñitos…
– Hombre, imagínate… ¿Cómo puede salir adelante una familia tan numerosísima con el sueldo de un marinero que dependía de su botecito? Teníamos que colaborar. Las mayores nos íbamos a la mar, quitábamos el pescaíto de las redes, y nos poníamos en la avenida de la Ría a vender, con nuestros pesos, todo el pescaíto recaudado, a la gente que pasaba… Lo vivíamos como un juego, no creas que nos sentíamos mal. Eran otros tiempos aunque no quede tan lejos. Las cosas han cambiado mucho, y más aún, la forma de ver las cosas…
¿Con qué edad vendías pescaíto?
– Pues yo rondaba los seis añitos. Yo iba con mis botas, que eran más grandes que yo, pero no lo sentía como un abuso por parte de mis padres, para nada, de verdad. Nosotros nos educamos en acudir todos allá donde hubiera una necesidad. Donde hiciera falta, allá íbamos todos sin dudar un momento. En invierno íbamos andando a coger piñas con carrillos de mano, donde fuera, y luego a la vuelta las vendíamos para sacar un poquito más de dinero para la semana. Siempre andábamos en esa lucha para lograr sobrevivir.
La vida de tu madre habrá sido una auténtica locura. No sabría dónde acudir con tanta gente a su cargo…
– No te haces una idea. Además, una de mis tías, que tuvo problemas de adición, también dejó a cargo de mi madre sus dos hijos pequeñitos… Mi madre siempre ha sido un brazo de mar. No volvía la espalda a la necesidad de nadie. Nosotros tiramos adelante colaborando todos, y también pidiendo ayuda a los curas, a las monjas y a quien nos pudiera ayudar… Nunca hemos sentido vergüenza cuando hemos ido a pedir ayuda. Tampoco la siento hoy cuando cuento mi historia. Yo recuerdo como iba a pedir comida donde tocara con la misma alegría que el que va con su carrito a comprar a una tienda. Ya te digo que nosotros vivíamos una realidad paralela…
Rita… ¿has llegado a pasar hambre?
– (Rita se queda pensativa y finalmente responde): Necesidad.
¿Qué diferencia hay entre hambre y necesidad?
– Hambre suena muy duro. Prefiero decir necesidad. Ten presente que lo poco que entraba en casa había que repartirlo entre mucha gente. Ha sido una infancia marcada por la necesidad pero también por el amor. He tenido una infancia muy educativa… Gracias a todo lo vivido, hoy valoro mucho más lo poco o lo mucho que tengo.
¿Cómo ha vivido tu madre esa realidad de sacar adelante a tantos hijos y hermanos con tan poquísimos recursos? ¿de qué manera le afectaba?
– Pues la pobre hacía todo lo que podía por todos. Mi madre para mí es una auténtica DIOSA, que ha obrado milagro tras milagro y nos ha dado siempre cobijo a todos. Recuerdo cuando íbamos a por los cheques esos que daban de 5000 pesetas para ir al supermercado a por lo más básico, también cuando nos llamaban de la residencia de Pinos del Mar para que fuéramos a por comida y cogíamos nuestras ollitas y allá que íbamos locos de contentos… Mi madre era quien nos enseñaba a buscarnos la vida y a no rendirnos ante nada. Mi padre nos enseñó el valor del trabajo incansable y del esfuerzo. Entre los dos nos inculcaron la importancia de amar a la familia por encima de todas las dificultades.
Rita… ¿esas circustancias tan extremas unen de forma especial a la familia que las padece?
– Sí… sin duda la dificultad nos unió a todos muchísimo. Íbamos todos de la manita a todos lados, y que no se quedara ninguno atrás, porque cuando uno se descolgaba, todos jalábamos de él. Mi hermana la mayor, Paloma, siempre ha sido la que ha tirado más de mí, ella ha sido como una segunda madre.
Hablando de mi madre, te podría contar algo especialmente duro. Yo, con tan solo 40 días de vida, me fui con unos vecinos que se ofrecieron a cuidarme al ver la dificultad que atravesaba mi familia. Mi madre tiene muchos capítulos por los que sentir mucha pena, y este es uno de ellos. Yo que soy madre, me pongo en su situación y se me parte el alma solo de pensar en despegarme de una de mis hijas. Pero vivíamos en situación de necesidad, y ahí hay que desprenderse muchas veces del propio sentimiento y ser extremadamente generoso. Mi madre es una DIOSA, ya te lo he dicho. (Se emociona).
Rita. ¿Pudiste estudiar?
– Me quedé en tercero de la ESO, porque conocí al que hoy es mi marido, David, y con 15 años me quedé embarazada y tuve a mi primera niña, Davinia…
¿Cómo cayó la noticia de tu embarazo en tu famiia y en la familia de tu novio?
– David es tres años mayor que yo, iniciamos la relación y me quedé embarazada de forma sorprendente e inesperada. Había desarrollado poco antes de conocer la noticia de mi embarazo. No pensaba que fuera posible y que fuera tan fácil. David se ocupó de comunicar la noticia a las dos familias. Yo no me atrevía. Mi madre, acostumbrada a los golpes de la vida, nos apoyó y me dijo que tirara adelante con el embarazo. Yo quería abortar, aunque me duela el alma al decírtelo, porque hoy mi hija Davinia es mi todo: mi amiga, mi confidente, mi compañera, mi socia… De pensar que las circunstancias me hubieran llevado a cometer el error de no tenerla, me pongo mala. Mi madre me dijo que ella me veía valiente, madura y luchadora y me animó a seguir adelante con el embarazo. David se tuvo que venir a casa de mis padres a vivir, y allí estuvimos hasta que, tras tener a nuestro bebé, logramos alquilar un pisito para irnos a vivir de manera independiente los tres…
¿Cómo ha sido la crianza de tu hija siendo tú tan joven para ser mamá?
– Davinia ha sido una niña no buscada pero sí muy amada. Es cierto que cuando ella nació, nosotros éramos muy jóvenes y yo venía de mucha penuria, por lo que sólo pensábamos en estabilizar nuestra economía para poder cubrir nuestras necesidades más básicas. Entonces trabajábamos sin pausa. Eso hizo que no pudiera yo disfrutar de mi hija todo lo que me hubiera gustado, cosa que me ha pesado siempre… Mi marido y yo hemos estado muchísimos años trabajando en todo lo que nos salía y mi hija pasó su infancia en aulas matinales, actividades extraescolares, y todo lo que nos ayudara a echar días adelante. No teníamos alternativa.
Rita… ¿Cuáles han sido los grandes logros de tu vida?
– Mis hijas, que sin duda son el gran motor de mi vida; Lograr comprar una vivienda, que lo conseguimos en el año 2008; Mi segunda boda con mi marido, vestida de blanco, en 2016, que me regaló unos recuerdos increíbles llenos de sorpresas y emoción; Y por último, lograr sacar adelante nuestro propio negocio. Esos han sido mis grandes logros.
La decisión de volver a ser mamá fue algo muy especial. En mayo de 2016 me casé de blanco, Davinia tenía 18 años, y en junio nos pusimos manos a la obra para volver a ser mamá. Rápido vino Julia, no se hizo esperar, parece que estaba deseando llegar a nuestra familia para llenarla con su alegría. Yo ya tenía 33 años, una edad muy diferente a la que tenía cuando vino Davinia y también una situación más favorable. Hoy Julia tiene seis añitos y es una auténtica “butarata” (se ríe). He logrado tener mi segunda hija en el momento de poderla disfrutar. Como madre me siento muy llena.
Para mí, como te dije antes, otro de nuestros grandes logros ha sido también echar adelante nuestro propio negocio. Recuerdo como con miedo pero con determinación tiramos adelante con la decisión de David de montar la Brasería. Lo pasamos muy mal al principio, incluso pusimos en riesgo nuestra casita y el coche. La tensión incluso nos llevó a una breve separación matrimonial, que duró poco porque rápido descubrí que no quería vivir sin él. Comenzó a funcionar el negocio, y a día de hoy tenemos, además de la Brasería de la Casa de Rita, en la Retama, este otro local en el que ahora me estás entrevistando, que cumple ahora un año, el Restaurante la Casa de Rita, donde mi hija es mi socia.
Así que todas las dificultades vividas, han merecido la pena por tener la gran familia que tengo y una empresa que funciona…