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Estrenamos la sección ‘Gente Excelente’ con Kassandra Morales Díaz. Nacida el 27 de abril de 1994, esta moguereña, que comenzó en el mundo de la danza en las academias de Virgina López, primero, y Rocio Fernández e Inmaculada Agudo, después, se fue a vivir sola a Sevilla con tan sólo 15 años para estudiar en el Conservatorio Profesional de Danza Antonio Ruiz Soler. Estudios que compaginaba primero con el instituto y, después, con su carrera de Contabilidad y Finanzas en la Universidad Pablo de Olavide. Todo ello, claro, unido a diversas actuaciones los fines de semana. Tras terminar su formación, monta en moguer su academia ‘Studio de danza Kassandra Morales’. Un proyecto que termina con el Covid, lo que le hace replantearse su vida y, tras ahorrar dinero trabajando como recolectora en campaña de fresas, en un estanco y en una gasolinera, decide ampliar su formación. Ahora mismo, estudia Pedagogía del Baile Flamenco en el Conservatorio Superior de Danza Ángel Pericet, de Málaga.
¿Fue duro irte de Moguer tan joven?
–Los comienzos siempre son difíciles, aunque por otra parte, también me lo tomé como una gran oportunidad para formarme en más ámbitos, conocer más gente, etc. Yo siempre he sido muy independiente y echada para adelante, con lo que no tuve problemas de adaptación. En circunstancias así, aprendes a buscarte la vida y a no esperar a que vengan mamá y papá a prepararte ni solucionarte nada. Eso te hace ser más “buscavidas” y te enseña a valorar lo que tienes. Pero claro, como contraparte, se echan de menos algunas cosas, como la familia o el hecho de saber que estás dejando de lado algunas cosas. Por ejemplo, mis amigas quedaban y se veían todos los días, en un momento de vida, el de la adolescencia, en el que el círculo de amigos es muy importante. Yo no tenía eso, pero es un sacrificio que hice para poder formarme y dedicarme a lo que me gusta.
Y, tras acabar tu formación en Sevilla, montas la academia. ¿Cómo nace este proyecto?
–Cuando sales, ves las necesidades que tiene tu entorno. Entendía que era importante ofrecer una formación especializada y de calidad, así que me tiré a la piscina y monté mi academia, donde daba clases de flamenco, danza española y danza clásica, y preparaba a la gente para las pruebas de acceso al conservatorio de danza, algo que está muy poco cubierto en nuestra provincia.
Sin embargo, llega el Covid y te ves en la tesitura de tener que cerrar…
–Sí… Al principio, el proyecto de la academia comenzó bastante bien, con muy buena aceptación tanto de gente de Moguer como de gente de fuera. Pero, efectivamente, llegó el Covid y lo cambió todo. Primero, la gente confinada. Después, con el confinamiento, el número de alumnos iba recuperándose con cuentagotas, porque la pandemia aún estaba presente. Todo ello pagando un alquiler de un local que no era mío. Se hace difícil de sostener una situación así y me replanteé, como hizo muchísima gente en esa época, mi vida. Entonces, decidí cerrar la academia. Fue más bien un parentésis, un parón para aumentar mi formación y, en un futuro, poner en marcha un nuevo proyecto, más ambicioso, que pueda suplir, como decía, carencias que tiene Huelva. Por ejemplo, Huelva no tiene conservatorio de danza. Mi lucha constante y mi idea es, en un futuro, poder ofrecer un espacio y una escuela de arte en la que se den diferentes disciplinas de arte, como danza clásica y española, flamenco, teatro, etc. Todo ello con formación técnica, homologada y titulada. Mi actual formación está encaminada a poder cumplir el sueño de poner en marcha este proyecto y la decisión de lanzarme a ello fue mi gran apuesta.
Actualmente, aparte de tus estudios y actuaciones, ¿Tienes tiempo para algo más?
–Poco, la verdad, pero algo de tiempo se intenta sacar. Aparte de para algo de ocio, estoy trabajando en el aula de teatro musical del Liceo de Moguer, institución con la que estoy muy vinculada. Por poner un ejemplo, estuve bailando en el Teatro Compa, de la Gran Vía de Madrid, en el musical ‘El fantasma de la ópera’, dirigido Iván Macías.
Hablando de tu pueblo, ¿Qué es lo que más te gusta de Moguer?
–Muchas cosas. Yo soy una enamorada de Moguer y de su historia. Es un pueblo de cultura, con buena gastronomía, con muchísima historia y patrimonio. Por todo ello, y por todo el empaque cultural que tiene y ha tenido a lo largo de la historia, me siento orgullosa de ser moguereña. De hecho, en el primer fin de curso que hice con la academia, montamos un evento dedicado, en este sentido, a Moguer. Hablaba de Pepe Rebollo, de Juan Ramón Jiménez, nombrábamos a La Parrala. En definitiva, era una oda al Moguer cultural.
Aparte, también me gustan las tradiciones de mi pueblo. Me gusta venir a la Romería, a la Velada de la Virgen de Montemayor o a ver nuestra Semana Santa. Tengo que mencionar, igualmente, nuestro tejido asociativo. Un tejido asociativo que hace pueblo y crea comunidad. Yo, con la academia, quería aportar mi granito de arena también en ese aspecto y colaboraba en eventos benéficos para asociaciones como Abriendo Puertas o la AECC, como también con distintas hermandades. Todo eso es Moguer y por eso me encanta. Moguer es blanca maravilla y la luz con el tiempo dentro.
Para finalizar, ¿qué mensaje le gustaría lanzar a sus vecinos?
–Principalmente, que Moguer es un pueblo de cultura e historia y eso tenemos que cuidarlo entre todos los moguereños. Una buena manera de hacer eso es valorar y apoyar el arte y el mundo de la cultura. Son ámbitos totalmente necesarios desde lo social, lo educativo y lo cognitivo y que forman parte de un ADN, el nuestro, que no podemos dejar que se pierda.