“No sé qué haré cuando me jubile porque soy una persona incapaz de quedarme quieta en casa”

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Eli ‘la del Piscis’, como la conoce casi toda Punta Umbría, es una persona sumamente cercana y amable, como comprobamos cuando la entrevistamos y nos cuenta los avatares de su vida. Una vida que la ha llevado a vivir y trabajar en distintos lugares a lo largo y ancho de la geografía española.

 

Elisa Macías Ramón es una persona de sobra conocida en nuestro pueblo. Y es que su restaurante, ‘El Piscis’, es uno de los muchos establecimientos hosteleros que dan a Punta Umbría la merecida fama de enclave en el que se come de lujo. Trabaja desde hace años en su restaurante, situado en la Calle Sextante número 3, al lado de la Avenida del Océano, con su marido Pedro. Ambos son unos trotamundos de la vida, pues aunque Punta Umbría ha sido su puerto final de destino, su trayectoria vital los ha llevado a Canarias, Benidorm o Toledo.

Eli nos cuenta su infancia y ese ímpetu, tan admirable, por buscarse la vida allá donde surja una oportunidad, le viene de familia: “Mi padre era de Huelva y mi madre nació en Rota, aunque mis abuelos maternos eran de Portugal, de Montegordo, pero se vinieron aquí”, explica. Sus padres, Antonio y Rosa, tuvieron 9 hijos, siendo Eli la cuarta (nació el 14 de marzo de 1953). Recuerda su infancia como una etapa “muy feliz” en la que, por fortuna, “mi padre tenía posibilidades económicas porque trabajaba de motorista, llevando los barcos. Llevó durante muchos años La Canoa”, rememora. Su madre era ama de casa, \»y se llevaba todo el día trabajando. En una casa con 11 personas, imagínate”.

Sin embargo, Eli tuvo que trabajar desde muy joven, pues su padre sufrió un accidente en una Romería de Moguer. “Tiraron un cohete y le dio en la mano. Al final tuvieron que amputársela y no pudo trabajar más. Nosotros tuvimos que quitarnos del colegio y empezar a ganar dinero”, explica nuestra mujer puntera. Eli tenía sólo 16 años y empezó su aventura laboral cuidando a 3 niños, como interna, de una familia moguereña. Yo era una más de la familia”, recuerda, “y uno de esos niños, Ángel, vive ahora en Punta Umbría, aunque trabaja de veterinario en Moguer, y tenemos una gran relación. Para él soy como una segunda madre”.

Tras esto, volvió a Punta Umbría, donde empezó a limpiar y pintar casas con su amiga Chari, hasta que Eli cumplió20 años. Fue entonces cuando conoció a su marido Pedro, natural de Toledo pero que llevaba varios años trabajando como cocinero de hoteles en distintos lugares de España. Uno de esos lugares fue Punta Umbría, donde Pedro vino a inaugurar el Pato Amarillo. “Estuvo 6 meses aquí, nos conocimos y empezamos el noviazgo, pero se fue a Lanzarote y nuestra relación se basaba en las cartas que nos mandábamos”, explica Eli. Tras dos años de noviazgo por carta, Pedro habló con los padres de Eli y la pareja se casó, fijando su primera residencia en Lanzarote. Con Pedro ganando el jornal como cocinero, nos cuenta Eli que ella al principio no trabajaba. “En aquellos años eso era lo que se llevaba. Date cuenta de que me casé en 1973”, explica. De Lanzarote se fueron a Benidorm, donde, en otro hotel, Pedro entró como cocinero. El matrimonio vivía en un apartamento al lado de Manolo Escobar. Y de Benidorm se mudaron a Maspalomas, de nuevo en las Islas Canarias, donde Eli comenzó a trabajar primero en una lavandería y después en una guardería. Un trabajo, este último, que le encantaba. Tras Maspalomas, nueva mudanza, en esta ocasión a Matalascañas y de ahí, poco después, a Isla Cristina, donde Pedro montó un restaurante con un amigo suyo de Toledo. Después de 7 años en Isla Cristina, el matrimonio decide cambiar nuevamente de aires, aunque esta vez de forma definitiva. Se marchan a Toledo, ciudad natal de Pedro, donde se compran una vivienda.

Pero no fue su destino definitivo: “Veníamos de vacaciones a Punta Umbría y vimos un local que se alquilaba, donde ahora está Rafamar en la Avenida del Océano. Entonces, decidimos montar ahí un restaurante, el Piscis, y vendimos la casa de Toledo para mudarnos a Punta Umbría”, apunta Eli. Estamos hablando de 1995 y, hasta la fecha, éste ha sido el último destino de Pedro y Eli, que siguen con su restaurante, aunque éste cambió la ubicación original a la que actualmente tiene.

Aparte de su negocio hostelero, “que es muy sacrificado”, la pareja, que no pudo tener hijos, decide dar un paso adelante a este respecto y adoptó una niña. Para ello, Eli y Pedro, junto a dos amigos y dos hermanas de Eli, pusieron rumbo nada menos que a China: “Mi hija Camila, que ahora tiene 28 años, es originaria de China y para adoptarla estuvimos allí 25 días. Camila tenía 8 años, medía 1’20, pesaba sólo 20 kilos y llevaba en el orfanato desde recién nacida”.

Al principio ella no hablaba nada de español, pero poco a poco, sobre todo “viendo dibujitos”, aprendió. Nos cuenta Eli que la primera frase que su hija dijo en español fue “Mami, quiero un bocadillo de jamón”. A Camila no le faltó de nada con dos padres tan entregados y comprometidos con ella como lo eran con su negocio. Matricularon a su hija en el colegio Tierrallana, en Bellavista, para acelerar su aprendizaje de español. Aparte, Eli apuntó a su hija a clases de chino, para que no lo perdiera, con lo que habla inglés, francés, chino y español. Actualmente, Eli y Pedro son abuelos, pues Camila tiene un hijo que se llama Martín: “Camila y Martín son los dos niños más guapos del mundo”, dice con orgullo Eli sobre su hija y su nieto.

Debido a los horarios de su trabajo, nuestra mujer puntera reconoce que no tiene mucho tiempo libre, aunque saca momentos, de vez en cuando, para una de sus grandes pasiones: viajar. Ha hecho varios cruceros, ha estado en Santo Domingo, en México y en un sinfín de lugares. Y es que Eli no va a ser sólo una trotamundos para trabajar. Otra de sus pasiones es el Real Madrid. Su marido Pedro es del Barça, pero no tienen ninguna discusión por ello, pues la rivalidad futbolística es ‘peccata minuta’ para dos personas que trabajan juntas, nada menos que en un restaurante.

Con pila para rato, nuestra mujer puntera nos cuenta que no sabe qué hará cuando se jubile. “Aunque tengo 71 años, mi vitalidad es de una persona de 30. Soy incapaz de quedarme en casa sin hacer nada”, confiesa. No sabemos a dónde la llevará la vida en un futuro, pero lo que sí sabemos es que Eli es una persona muy querida por su familia, por sus amigos y por toda Punta Umbría. Querida y admirada, además, pues a pesar de llevar media vida en uno de los oficios más exigentes que existen, nunca ha perdido ni la sonrisa ni la vitalidad y ha disfrutado de la vida tal y como le ha ido viniendo, siempre dando lo mejor de sí misma a los demás. Son éstas algunas de las cosas que hacen que Eli ‘la del Piscis’ sea una mujer puntera por derecho.

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