Este mes dedicamos esta sección para conocer un poco mejor al Grupo El Palo, propiedad de los rompieros Rocío y Miguel Ángel, que empezaron “desde muy abajo”, como recuerda la propia Rocío, y en la actualidad regentan algunos de los mejores establecimientos hosteleros no sólo del municipio de Cartaya, sino de toda la Costa de la Luz
Los hermanos Miguel Ángel y Rocío Guerrero Burgos, de 35 y 39 años respectivamente, son probablemente dos de los mejores embajadores de El Rompido. Y es que una de las muchas maravillas que tiene este pedazo de paraíso es la enorme calidad de nuestra gastronomía. Y en esas lides, nuestros dos vecinos son unos cracks. Comenzaron con ‘La Casa el Palo’, que tuvo un éxito muy por encima de lo que ellos esperaban, ya que eran nuevos en el sector. No obstante, y sin saberlo, estaban andando con paso firme el camino hacia la excelencia hostelera. Eso permitió que fuesen abriendo nuevos establecimientos, contando ahora con un total de 4. Llamamos a Miguel Ángel para que nos contara el secreto de su éxito y la historia de su aventura en la hostelería. “Te paso el contacto de mi hermana y que ella te cuente mejor, que es la que lleva todo ésto”, nos dice. Y comenzamos a hablar con Rocío. Ahí nos damos cuenta de una de las primeras claves, que no es otra que el hecho de que los dos hermanos trabajan con una sincronización prácticamente milimétrica.
Rocío comienza a contarnos los inicios de sus establecimientos. Dado el éxito, y la fama, que actualmente tienen, cualquiera, inclusive éste que escribe, podría presuponer que este proyecto era algo totalmente premeditado, un sueño por el que llevaban años luchando, pero nada más lejos de la realidad. El inicio de todo fue un momento difícil que Miguel Ángel pasó, pero nuestro vecino sacó fuerzas de flaqueza, y vaya cómo lo hizo: “Todo comienza hace 14 años. Éramos casi dos niños. Mi hermano tuvo un accidente y perdió la visión del ojo derecho, por lo que se vio obligado a dejar los estudios porque se mareaba mucho, le daban dolores de cabeza constantes, etc. Un día, viniendo de las curas, me comentó que quería montar un negocio hostelero. Si te soy sincera, yo no estaba muy por la labor, no me apetecía dedicarme a la hostelería, pero viendo el momento por el que estaba pasando mi hermano, que tuvo que dejar la carrera de Relaciones Laborales, accedí para apoyarle. Eso sí, una vez que empezamos, aunque lo hicimos con poquísimos recursos, le echamos mucha ilusión. Empezamos muy desde abajo, pero hemos invertido muchísimo esfuerzo y poco a poco fueron surgiendo nuevas oportunidades para abrir más locales, siempre poniendo la misma filosofía de cariño y esfuerzo a lo que hacíamos”, resume Rocío.
Así nace ‘La Casa el Palo’, ubicado en el Paseo Marítimo número 45, en el que empiezan “poco a poco y luego ya fuimos metiendo atún, arroces y todas las especialidades por las que se nos conoce”, apunta Rocío. El éxito de ‘La Casa el Palo’ motiva a los hermanos que, siempre con la inestimable ayuda de sus padres, comienzan a abrir nuevos locales que terminan por consagrarlos como auténticos referentes de nuestra gastronomía. Otro de sus establecimientos es ‘La Gran Burguesa’, especializado, como su nombre indica, en hamburguesas. Ubicado en la Calle Puerto número 2, este local iba a servir de almacén para ‘La Casa el Palo’, pero “vimos que era un local grande y para amortizarlo montamos ‘La Casa el Palo Delicatessen’, donde ofrecíamos conservas, chacinas y otros productos típicos de la zona. Después pasó a ser ‘La Casa de los Palillos’, donde ya introducimos las hamburguesas para terminar especializándonos en esto y llegar hasta lo que es hoy”, narra Rocío. ‘La Patera’, en la Calle Nao número 1 y ‘Fango’, en el Paseo Marítimo número 49, completan los 4 establecimientos hosteleros de los que consta el Grupo El Palo. Respecto a ‘Fango’, es el último establecimiento del grupo y “será un restaurante enfocado a copas y demás en verano y con vistas a acoger celebración de eventos entre octubre y junio”, apunta nuestra vecina.
Aparte de todo lo anterior, el Grupo el Palo también tiene 6 apartamentos turísticos, situados en la Calle Virgen del Carmen número 20. Todo esto hace que el grupo, surgido de la nada únicamente con el esfuerzo y el buen hacer de dos hermanos y sus padres, vaya a tener este verano entre 90 y 100 trabajadores, entre los que hay que destacar a “nuestro maitre, que es una máquina, Felipe Marmesat; y el jefe de cocina, otro enorme profesional, Cristian Gutiérrez”.
LA CLAVE DEL ÉXITO
Analizando la envergadura en conjunto del grupo, y el éxito de cada uno de los establecimientos de forma individual, le tenemos que hacer a Rocío una pregunta obligada: ¿Esperabais llegar a donde habéis llegado? La respuesta no puede ser más ilustradora: “No esperábamos tanto. De hecho, yo hay veces que sigo sin creérmelo. Nosotros queríamos vivir de la hostelería por las circunstancias que te comentaba, a lo que se sumaban más dificultades familiares, como el hecho de que mis padres estaban parados y tenían una hipoteca alta. Era una situación difícil y queríamos, simplemente, salir de ella. Luego, todo ha ido mucho mejor de lo esperado, pero no sólo gracias a mi hermano y a mí. Mis padres han sido clave. Aunque todo esto está a mi nombre y al de mi hermano, sin mis padres nada de esto habría sido posible”.
Aunque ahora, al hablar del Grupo El Palo, todo parecen noticias positivas y sólo vemos la cara amable, cualquier persona que haya trabajado en hostelería sabe lo difícil, y sacrificado, que es hacer simplemente que tu negocio ‘empate’, es decir, que los ingresos que se obtengan te den sencillamente para cubrir gastos y tener un sueldo. Son muchísimos los establecimientos que cierran cada año porque ni siquiera llegan a ‘empatar’. Por eso, conseguir cubrir gastos, sacar un sueldo y obtener rendimiento para poder invertir en nuevos establecimientos, hasta llegar a tener 4, es algo ante lo que nos tenemos que quitar el sombrero y que no ha surgido por ciencia infusa: “Al principio era una locura. No teníamos verano y había que estar diciendo que no constantemente a planes. A salidas con amigos, a bodas, a despedidas, a gran parte del tiempo libre…”, recuerda Rocío. Pero si el esfuerzo y el sacrificio han sido los pilares del éxito, la atención a todos los detalles ha terminado por construir el edificio. En ese sentido, el amor por lo que se hace, la calidad de los productos, el seguir innovando para hacer que el cliente se sienta a gusto, el buen servicio a los comensales, etc., son partes de un puzle en el que todas las piezas son igual de importantes. “Cada vez más, y sobre todo en la costa de Huelva, la gente pide calidad. Tú no puedes ofrecer productos que no sean de calidad y cobrarlos como si lo fueran, tanto por ética como por rentabilidad, porque la gente no es tonta. Yo no quiero que la gente se sienta engañada y, de hecho, aunque por aquí pasan muchísimas personas durante todo el año, hay muchos veranos en los que ves las mismas caras y la clientela te saluda y te pregunta cómo va la cosa. El que los clientes estén encantados de volver es algo que nos hace sentirnos muy orgullosos”, comenta Rocío al respecto.
Una de las ventajas con la que juegan Miguel Ángel y Rocío, aparte del embrujo que ejerce el enclave natural de El Rompido, es el hecho de que la localidad ha evolucionado mucho y ha conseguido subvertir la temida estacionalización del turismo, que traía veranos muy fuertes desde el punto de vista económico, pero con períodos duros durante el resto del año. “Antes sí se notaba eso, pero mi experiencia es que esa diferencia abismal ya no existe. Claro que en verano hay un pico gordísimo, pero durante el año, ahora hay más gente que antes. Desde personas de la provincia que cogen el coche y vienen a comer un día, hasta gente que quiere pasar unos días aquí fuera de temporada de verano”, analiza la propietaria hostelera.
Todo esto es causa y a la vez consecuencia del enorme cambio y evolución que El Rompido ha experimentado en los últimos tiempos. Pero a pesar de esta evolución, para la copropietaria del Grupo el Palo “una de las cosas de las que creo que podemos presumir es que El Rompido, a pesar de su crecimiento, sigue teniendo el encanto de pueblo marinero. El crecimiento urbanístico está regulado y se mantiene un equilibrio entre desarrollo y sostenibilidad”.
Nuestra charla con Rocío llega a su fin y, haciendo gala de la amabilidad que en todo momento atesora, no quiere olvidarse de “dar las gracias a todos nuestros clientes por confiar en nosotros y por el trato que siempre nos dan. Nosotros seguiremos trabajando con el mismo cariño y la misma honestidad, porque entendemos que así es como se consiguen y se deben hacer las cosas”.