Este mes traemos a la sección ‘Gente Excelente’ a nuestra vecina Charo, cocinera del CEIP Juan Ramón Jiménez hasta el presente curso. Al llegar su jubilación, Charo se despedía, con un emotivo homenaje, de la que ha sido su segunda casa durante casi 50 años. Un suceso del que nos hacíamos eco en la edición de Cartaya Punto Cero del mes de mayo. En esta ocasión, hablamos con nuestra vecina, quien recuerda con nosotros ese precioso homenaje, para repasar su trayectoria laboral en el centro escolar cartayero, además de otros aspectos de su vida
Rosario Gómez Moreno nació el 4 de septiembre de 1959. En el pueblo casi todo el mundo la conoce como Charo la cocinera, pues la vida de nuestra protagonista de este mes va íntimamente ligada al CEIP Juan Ramón Jiménez, centro que recientemente celebraba su 50 aniversario y en el que Charo ha trabajado, precisamente, casi 50 años. Casada con Antonio Navarro, ambos tienen dos hijos (Antonio y Esther) y 4 nietos (Candela, Daniela, Eliecer y Antonio). Tras más de media vida trabajando, Charo está aún adaptándose a su nueva vida como jubilada, invirtiendo su tiempo en disfrutar de su familia y en uno de sus entretenimientos favoritos: viajar.
Comenzamos repasando la vida de Charo desde su infancia. Ella, al oír la palabra infancia, tiene más que clara la respuesta: “Tuve una infancia muy bonita. Éramos 3 hermanas y aunque nuestra familia era humilde, la verdad es que estábamos bien, no nos podíamos quejar”. Charo comenzó a estudiar en el Concepción Arenal, aunque su etapa educativa final la completó en un colegio recién inaugurado en 1973: el Juan Ramón Jiménez. Y es que sus padres vivían al lado del nuevo centro, con lo que Charo formó parte de la primera promoción de alumnos y alumnas que pisaron las aulas del colegio. Sólo 3 años después, con Charo contando con tan sólo 17 primaveras, entró en ese mismo centro a trabajar como cocinera. En esos momentos, no se imaginaba Charo que el Juan Ramón Jiménez, donde ella había terminado sus estudios y donde ahora empezaba a trabajar, iba a convertirse en una segunda casa en la que iba a desarrollar la mayor parte de su vida laboral: “Por supuesto que en esos momentos no podía ser consciente de que iba a llevarme toda la vida ahí. Además, es que empecé trabajando días esporádicos, cubriendo sustituciones y demás. Antes no era como ahora, que las contrataciones van por la Junta. La cocinera iba confeccionando su equipo de trabajo según necesidades y así fui entrando poco a poco hasta que me quedé fija. Al final, ésta es una de las mejores cosas que me ha pasado en la vida porque me encantaba mi trabajo y el trato con los niños. Hoy en día, me siguen viendo por la calle y me saludan y abrazan”, explica.
No obstante, antes de entrar en el Juan Ramón Jiménez, Charo trabajó también como cocinera en otros lugares. Como por ejemplo en un restaurante de El Rompido nada más terminar su formación escolar. Fue en esa época trabajando en El Rompido cuando conoció a la persona que años después se convertiría en su marido. “Después de conocernos, él venía a Cartaya haciendo autostop e íbamos al cine, a pasear con amigos, a tomar un refresquito, etc., y a las 11 tenía que estar en casa. Era otra época”, recuerda.
De cómo han cambiado los tiempos, Charo puede darnos toda una clase magistral, especialmente porque, por su trabajo, ha podido observar cómo iban evolucionando las distintas generaciones de niños y niñas que por sus manos han pasado: “Ha cambiado todo muchísimo desde que yo era niña y joven hasta ahora. Una de las cosas que observo es que los niños de ahora no se divierten de la misma forma que lo hacíamos antes. Hoy en día, casi todo se basa en móviles, tablets, etc. Antes, nos encantaba jugar en la calle. Y creo que en cuanto al respeto a profesores y personas mayores, nosotros lo teníamos más marcado que los niños de ahora. Ha cambiado todo, no sólo las personas. Si me pongo a pensar, Cartaya también ha cambiado, al igual que El Rompido. Recuerdo que era un pueblecito muy pequeño, con calles de arena. Para mí, antes tenía más encanto. Está bien que las cosas evolucionen y El Rompido sigue siendo muy bonito, pero antes era más familiar”, reflexiona Charo.
En lo personal, nuestra vecina confiesa que algunas de las cualidades que valora por encima de todo en una persona son el respeto a los demás, el saber escuchar, la comprensión, etc. Unos valores que ella ha inculcado a sus hijos, de los que se siente sumamente orgullosa. Precisamente algunas de estas cualidades que Charo valora son algunas de las más importantes que ha tenido que poner en práctica trabajando durante casi 50 años con niños y niñas: “Aunque últimamente las cosas habían cambiado un poco porque, por ejemplo, desde hace unos años hay monitores en el comedor, yo he tenido mucho trato con los niños. Antes, incluso, les echábamos nosotras la comida. Recuerdo que algunos entraban con 3 añitos, llorando muchas veces, y claro, tú hacías todo lo posible para que estuvieran bien. Teníamos que consolarlos también cuando se daban un golpe y venían llorando… Aunque no he estudiado, la verdad es que no lo he echado nada de menos. Mi trabajo era precioso”, apunta con nostalgia.
Y es que esos episodios, aunque anecdóticos, han conformado el día a día de una Charo que no sólo ha dado lo mejor de su buen hacer culinario, sino lo mejor de sí misma para que generaciones y generaciones de cartayeros que pasaban por el CEIP Juan Ramón Jiménez se sintieran como en casa. Por ello, no es de extrañar que el homenaje que se le rindió hace poco en el centro fuese multitudinario. Máxime teniendo en cuenta que es la persona que más tiempo se ha llevado allí, pues formó parte de la primera promoción de alumnos y ha trabajo en su cocina durante 47 años. “Ese momento no se me va a olvidar jamás. Junto con el nacimiento de mis hijos, puede que sea uno de los momentos más especiales de mi vida”, reconoce.
En estos momentos, Charo se encuentra en período de adaptación a su nueva vida, algo que le costó un poquito más durante los primeros días. Poco a poco se va haciendo a una nueva rutina en la que quiere invertir tiempo en estar con los suyos y en una de sus grandes aficiones, que es viajar, teniendo un destino pendiente que le hace especial ilusión: París.
Terminamos la conversación con nuestra protagonista y no quiere despedirse sin mostrar su agradecimiento por el sinfín de mensajes y felicitaciones que recibió tras ser homenajeada en el CEIP Juan Ramón Jiménez, algo por lo que da “las gracias a todo el pueblo de Cartaya, porque he visto que me apreciaba mucha más gente de la que pensaba”.