GENTE EXCELENTE
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Nuestro protagonista de hoy ha tenido una vida bastante interesante y llena de desafíos. La música ha sido desde pequeño su gran pasión y, a raiz de un grave accidente de tráfico que sufrió en 2010, también su mejor terapia. A día de hoy siente que, por todo ello, siempre tendrá una deuda pendiente con la música. También con su familia.
Aunque nació en Huelva, Palos de la Frontera siempre ha sido para él su hogar, al que le une infinidad de recuerdos de infancia y adolescencia. El destino le ha traido a ejercer como maestro en el colegio que le vio crecer, el San Jorge. Hoy Manuel, casado y con dos hijos, es una persona plena y feliz. Siente que tiene mucho que agradecer a esta vida…
Por: Ana Hermida
Periódicos Punto Cero se citó con Manuel para descubrir algo más de su vida que no sea ese talento más que evidente que lo define. La redactora de este periódico lo conocía como pianista, pues Manuel había colaborado en alguna gala benéfica que Punto Cero organiza periódicamente en otras localidades de la provincia.
La entrevista nos maravilló al mostrarnos la historia de un Manuel García Escobar realmente sorprendente y conmovedora. Nos quedó más que claro que Manuel es un claro ejemplo de fortaleza, superación y determinación, y muy merecedor de ser entrevistado en esta sección dedicada a “gente excelente”.
Manuel nació hace 44 años en Huelva. De pequeño iba al colegio de San Jorge pues sus padres trabajaban -los dos- en Palos de la Frontera. Pasó luego al IES Carabelas donde hizo hasta 3º de BUP. Compatibilizaba sus estudios con las clases de piano.
Estaba matriculado en el Conservatorio de Huelva, pero las clases las recibía en Palos con una profesora contratada por el Ayuntamiento. Varios de los alumnos que asistían a esas clases en Palos se dieron de baja quedando tan solo dos niños. El Alcalde, Carmelo Romero, mantuvo un curso más a la profesora para darles tiempo a buscar alternativas para el año siguiente y que no tuvieran que abandonar la música. Así, Manuel, a día de hoy, se siente agradecido al Alcalde al reconocer que si no llega a ser por ese curso que permitió que siguieran estudiando en Palos, tal vez hubiera abandonado la música. Al año siguiente, toda la familia marchó a Huelva para que Manuel pudiera continuar con sus estudios en el conservatorio.
Tenía 17 años. Cuando acabó el grado medio de piano, hizo magisterio y luego empezó a opositar. Aprobaba, pero al no tener experiencia, los interinos le barrían. Tras opositar por tercera vez, le dieron 7 meses de trabajo, y con esos puntos, al aprobar por cuarta vez la oposición, iba a ser llamado para empezar a trabajar en septiembre. Pero la vida que es caprichosa e imprevisible decidió mostrar a nuestro protagonista su peor cara.
Era agosto de 2010. Manuel estaba feliz. Llevaba un año con su novia e iba a empezar a trabajar en septiembre… Cogió el coche para ir a actuar con Ecos del Rocío a Ciudad Real. Aunque no era lo habitual, ese día viajaba solo. El cansancio a la vuelta de la actuación le hizo perder el control del coche y tener un accidente en la autovía a la altura de la salida de San Juan del Puerto, llegando a Huelva. Eran las seis y pico de la madrugada.
Estuvo en coma 18 días, al haber sufrido un grave traumatismo craneoencefálico. “Llegué a estar tan grave que incluso algún médico llegó a decir a mi familia que no me iba a recuperar. Grave error. Eso destrozó a mi familia”.
Recuerda cuando al despertar del coma vio a toda su gente alrededor. No recordaba nada. No podía moverse y cuando trataba de hablar no se le entendía nada. Se asustó. Su padre le explicó que había tenido un accidente… Empezaba ahí una nueva etapa en su vida que debía afrontar con fortaleza. Su familia no le iba a permitir lo contrario. Se sintió muy vulnerable. Había perdido la memoria inmediata y muchas capacidades físicas y psicológicas. Incluso su carácter se volvió impulsivo y malhumorado.
Emprendió un camino difícil para rehabilitar su cuerpo, la memoria, el habla, la psicomotricidad fina y un largo etcétera… No podía escribir ni tocar el piano.
Su entorno lloraba cuando lo veía delante del teclado y sin poder tocar.
Perdió el equilibrio y los reflejos. Sentía que sus movimientos eran muy lentos y torpes. Había mucho por hacer, pero estaba dispuesto a emprender la batalla. A su favor, una familia que no le iba a dar opción a rendirse. Juli, su madre, vivió durante meses enfocada en la recuperación de su hijo. Manuel se refiere a ella diciendo que es “mi santa madre” al mismo tiempo que reconoce que su familia y sus amistades fueron la clave de su recuperación, admitiendo que “sin ellos no sé cómo estaría hoy”.
Recuerda con tristeza que los amigos se iban llorando cuando iban a visitarlo al hospital, donde estuvo alrededor de dos meses.
Le contaron que “durante el tiempo que estuve en coma pasaba muchas horas escuchando la música que me ponían mis padres en la UCI, porque el cerebro de los músicos tiene una parte que se estimula al escuchar la música, y por tanto se producen nuevas canalizaciones neuronales. Entenderás que para mí la música es parte fundamental de mi vida y pienso que tiene un poder extraordinario en diferentes facetas de mi actividad diaria. Sin ella, nada sería igual” confiesa Manuel.
Una vez en casa, estuvo largo tiempo rehabilitándose. Su padre, antes de irse a trabajar lo ponía a hacer ejercicios en casa cada día, luego venía a buscarlo la ambulancia para llevarlo al Vázquez Díaz. “Yo le echaba voluntad porque, aunque me faltaran las fuerzas, necesitaba no darle más sufrimiento a mi familia. Sentía que les tenía que corresponder en todo lo que ellos hacían por mí. Supe que el 90% de la recuperación, cuando la enfermedad lo permite, depende de la actitud del paciente, así que puse todo de mi parte. Me nutría de mi gente y pretendía sacar toda mi fuerza para que ellos también se alimentaran de mí. Recuerdo que muchas veces me fallaba la voluntad y que eso me hacía sentir mal. Entonces aparecían ellos y me obligaban a seguir. Gracias a eso y a todos ellos, hoy estoy como estoy”.
En junio de 2011, un año después del accidente, volvió a aprobar la oposición. “Me ponía a estudiar tras el accidente con todas mis facultades mermadas. Al principio no retenía nada pero yo seguía, lloraba en mi cuarto para que nadie me viera, no quería provocar más sufrimiento. Me agarré a la fuerza que me dio mi familia y logré sacar la plaza. Lo celebré como un triunfo de toda la familia. Fue trabajo de equipo” recuerda emocionado.
Tras sacar la plaza, estuvo 2 años en el colegio del Rocío y luego se vino con destino definitivo a Palos, que era “como volver a casa”.
Admite no ser el mismo que antes del accidente. “Soy más impulsivo y algo malhumorado. Trato de corregirlo cada día y lo voy consiguiendo. Desde el accidente también soy más prudente a la hora de hacer planes, no quiero más sorpresas. Temo que a mi gente le pase algo. Eso hace que a mi familia la tenga un poco atosigada con ese continuo: ten mucho cuidado”.
Desde 2013 Manuel es profe de música en el San Jorge. Nada más llegar montó un coro con los niños y han logrado ganar varios concursos. Participan en muchos eventos del pueblo como por ejemplo “en la despedida de las carrozas del Rocío en la que cantamos una Salve propia”.
El coro proporciona muchos buenos momentos tanto a los niños como a los padres, que acuden a todo con enorme ilusión. Carmelo siempre se ha volcado con nuestras actividades y nos ha ayudado a crecer como coro, hasta el punto de que nos ha habilitado una clase de música insonorizada, cosa que no tiene casi ningún colegio.
Me encanta ver la actitud de esos casi 70 niños, de 6 a 12 años, que muchos días se quedan sin recreo, privándose de jugar y descansar, por ensayar.
Manuel se casó en 2014 con Maica. Tienen a un niño de 5 años, Andrés, y hace pocos días llegaba Carmen para poner la guinda al pastel.
Manuel como músico.
“He sido antes músico que maestro, pero mi abuelo me dejó claro que la música no era algo seguro y estable para sacar mi vida adelante y que el pan más tierno es el del Gobierno. A partir de ahí supe que la música está genial como afición o complemento pero nunca como forma de vida”, confiesa Manuel.
Aún así se ha codeado con los mejores… Hizo sus primeros pinitos con el grupo Cantares de Huelva. Estando con ellos, conoció a Pedro Vinagre Pérez, que es como su hermano mayor, y quien le abrió las puertas en todos lados. Así entró en Manguara, en Senderos, y a partir de ahí, comenzó a ser más conocido. Lo llamó Ecos del Rocío e incluso el Lombo…
Estuvo bastante entregado a la música, pero la llegada de su primer hijo, la pandemia, y la certeza de que para él lo primero es lo más importante y que el resto viene después, le ha hecho ser cada vez más selectivo a la hora de aceptar trabajos. Manuel sigue tocando con los Marismeños pero todo el mundo sabe que hoy, después de todo lo vivido, todo está muy por detrás de su familia.