Francisco José Palmás González: “Nada cae del cielo, el éxito requiere de mucho esfuerzo, en la moto y en la vida”

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Francisco José Palmás González ha logrado subirse al podio del Campeonato de Andalucía de Motocross en categoría MX4, tras una temporada que comenzó condicionada por su bajo estado de forma tras una operación. Su pasión por la moto se ha convertido en un modo de vida que comparte hoy en día con su familia, en la que su hijo Francisco Javier está dispuesto a recoger el testigo.

A sus 50 años, Francisco José Palmás González mantiene intacta su pasión por el motocross, aquella que despertó en él siendo muy joven y que hoy lo ha llevado a ocupar la tercera posición en el podio del Campeonato de Andalucía en la categoría MX4.

Y es que a pesar de haber comenzado la temporada con malos resultados, debido a una reciente operación a la que tuvo que someterse, ha logrado su objetivo a base de mucho esfuerzo y compromiso con la competición.

Desde pequeño, Francisco mostró gran interés por las motos y tuvo en su padre una referencia como aficionado. “Mi primera experiencia con una moto de cross fue a los 13 años, con una Derbi FDS que mi padre dejó de usar y con la que comencé a montar por el campo. Previamente ya me había hecho con el Vespino que había en casa y con el que empecé a aprender algo de mecánica por mi propia cuenta”. Durante su adolescencia, aprovechaba los pinares y caminos de Punta Umbría para aprender y entrenar junto a un pequeño grupo de amigos, que se convirtieron en los pioneros del motocross en el pueblo.

Por aquel entonces, hacia finales de los años 80 aproximadamente, nos juntábamos para ver los torneos que se disputaban por la provincia. Íbamos a ver las carreras de la Feria de Cartaya o las de Valverde con la ilusión de aprender y conocer más sobre el mundo del motocross. Recuerdo a Manolo Retamales, Pepe el de ‘La Parra’ o Juan Carlos Coronel y, sobre todo, a Paco Pomares que era mayor y nos llevaba al resto en coche”, recuerda.

Las primeras competiciones llegaron a los 16 años. A pesar de los modestos resultados iniciales y de las caídas, la pasión por la moto fue calando en ‘Francis’. “El primer torneo fue en Rociana. Eramos muy malos y nos caíamos mucho, pero eramos jóvenes y nos gustaba mucho correr en moto”, cuenta con humor.

Pero los resultados fueron llegando con el tiempo a la vez que fue alimentando sus conocimientos con muchos kilómetros, de la mano de otros pilotos. Un gran apoyo en su crecimiento como piloto fue el que le dio su hermano menor Óscar, quien le acompañó durante muchos años de competición. “Corríamos juntos y nos medíamos el uno al otro, eso es algo que nos ayudaba a mejorar. Solíamos entrar en meta siempre juntos y durante muchos años fue un gran apoyo para mí. Desafortunadamente las lesiones le hicieron retirarse hace algunos años”, comenta dando valor al papel de quien fue uno de sus motores durante años.

Hoy en día, Francisco vive el motocross como una experiencia familiar. Sus hijos, especialmente su hijo Francisco Javier, han seguido sus pasos, compitiendo a nivel regional y nacional. La familia entera participa activamente; mientras Francisco y Javier entrenan o compiten, su esposa y sus hijas gestionan la logística, desde preparar la autocaravana hasta controlar tiempos y apoyarlos en el circuito. «Es un deporte que une, lo hacemos todos juntos y disfrutamos como equipo«, comenta con orgullo. “Entrenar cada semana es un reto, especialmente ahora que el circuito local de Punta Umbría no está disponible y eso nos obliga a desplazaros los fines de semana por la comarca. El motocross se ha convertido en una afición familiar que disfrutamos juntos”.

El piloto junto a su mujer, Eva, y dos de sus hijos, Sofía y Francisco Javier.

Francisco se define como un piloto “tosco, pero con estilo”, prudente y calculador, cualidades esenciales para mantenerse competitivo a su edad. Siendo empresario, combina su trabajo con los entrenamientos, una tarea complicada que requiere mucha precaución. “Cuando eres autónomo no puedes permitirte el lujo de lesionarte y faltar al trabajo, así que la competición es una cuestión mayor en mi caso. Pero también es cierto que si no entrenas, es mejor que ni cojas la moto, pues es más fácil que te caigas”, señala.

Para nuestro protagonista, el motocross es una escuela de vida. Los valores de esfuerzo, disciplina y compromiso que ha aprendido sobre la moto los aplica en su día a día y los transmite a sus hijos. “En la moto, como en la vida, el que más se esfuerza es el que llega más lejos, nada cae del cielo”, señala. También enfatiza la importancia del sacrificio y el control del riesgo, enseñando a sus hijos a valorar el esfuerzo y a respetar el deporte.

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