El club de ciclistas de Punta Umbría vive una épica aventura de barro, cante, cerveza y buen comer en la aldea almonteña.

Este fin de semana, el Club de los Caracolillos de Punta Umbría ha vivido una de sus escapadas más esperadas y simbólicas: una peregrinación en bici al Rocío para presentarle a la Virgen sus nuevas monturas. Porque sí, muchos de ellos se han renovado el equipo en las últimas semanas y, como buenos ciclistas devotos —y algo supersticiosos—, decidieron bendecirlas a golpe de pedal.
La ruta arrancó el sábado y concluyó el domingo tras dos duras etapas de unos 85 kilómetros cada una, en las que 18 valientes ciclistas, 13 con bicis eléctricas y 5 con bicicletas a pulmón (la resistencia) recorrieron caminos embarrados, cruzaron riachuelos cargando las bicis al hombro y gastaron más energías de las que la dieta rociera fue capaz de reponer… aunque, eso sí, lo intentaron con esmero.

Como manda la tradición, no faltaron los momentos de cante, sobre todo al caer la tarde, salvando, eso sí, los dos partidos de fútbol que interrumpieron la fiesta porque hay cosas que son sagradas. Cuando las bicis ya descansaban, y con el corazón alegre por el buen hacer del Betis y el buen vino, las voces se afinaban hasta el punto de atreverse a cantar por Nino Bravo, que hay que ser osados…

Pero el momento más especial fue el de la presentación a la Virgen del Rocío, con sus bicis nuevas limpias (o todo lo contrario), emocionados, y con esa mezcla de fe y cachondeo que solo ellos saben conjugar.
Un club con más años que achaques y más risas que kilómetros
Los Caracolillos son un club ciclista de Punta Umbría, presidido por Vicente, El Tigre, una banda de unos 25 amigos que rondan los 60, pedalean como si tuvieran 30… y se ríen como quinceañeros.
Cada sábado salen a rodar por los caminos de Huelva, y cada martes y jueves entrenan para que los huesos no se encasquillen, y también, vamos a no engañarnos, para merecerse esa cerveza o par de ellas que saben a gloria tras el esfuerzo matutino.
Su punto de encuentro sagrado es el Bogo, el bar donde finalizan muchas de sus rutas, y donde las conversaciones apasionadas hacen que las voces —ya algo desgastadas por los años— se escuchen hasta en los pueblos vecinos. El segundo santuario de Los Caracolillos es La Andaluza, o como ellos la llaman, La Jarrita, donde las jarras heladas y el trato familiar los hacen sentir como en casa. Si no están pedaleando, seguro que los encuentras allí, planificando la siguiente locura o recordando la anterior.
Aventuras y más aventuras…
Este último mes ha sido especialmente movido: además del fin de semana en el Rocío, han hecho el trayecto Badajoz-Punta Umbría en tres etapas y casi 300 km sobre ruedas, y una versión a pie del Camino de Santiago desde Tui a Compostela, en cinco etapas y con más cervezas que selfies.
Pero ninguna como esta última: la primera vez que le llevan las bicis nuevas a la Blanca Paloma. Y como todo lo que hacen, lo han hecho con inmensa alegría, compañerismo y amor. Porque en este club no solo se pedalea: se cuida, se canta, se comparte, se come, se bebe y sobre todo, se ríe… Son una gran familia sobre ruedas, con más anécdotas y más abrazos que kilómetros, y más ganas de seguir viviendo aventuras que nunca.
¡Larga vida a los Caracolillos!
(NOTA: Se dice por ahí que hay un lepero que los adora y que sueña cada noche con que el club vaya ampliando, sin prisa pero sin pausa, su número de socios… ).