“Nadie daba un duro por mi brazo, pero aquí estoy”, Alba Beas López

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La natación no es solo un deporte para Alba. Es su refugio, su lugar de libertad y el escenario donde ha escrito las páginas más duras y, también, las más luminosas de su vida. La ayamontina acaba de regresar de Singapur, donde participó en los Mundiales Máster de Natación, compitiendo hasta en tres pruebas; 50 y 100 metros libres y en 50 mariposa, en categoría Máster 35. Una experiencia que ella misma resume como “apoteósica”. Comenta que “tirarte a la piscina olímpica donde dos semanas antes tus ídolos han batido récords es piel de gallina. Para mí, estar allí ya era un triunfo”.

Alba durante el Mundial celebrado en Singapur.

Aunque reconoce que los tiempos obtenidos no fueron los que esperaba, Alba se queda con la magnitud del evento. “El nivel era altísimo, pero yo me iba feliz de cada prueba. El simple hecho de estar allí, de compartir espacio con nadadores de todo el mundo, era ya un regalo”.

Destaca la organización, las instalaciones y la atmósfera vibrante que se respiraba en cada prueba. “Estar rodeada de tanta gente de tantos países diferentes es una experiencia increíble. Además, nos han tratado muy bien en la sede del mundial; han sido unos grandes anfitriones”.

Luchando contracorriente

Pero su camino hasta esa cita internacional está marcado por un largo camino con obstáculos que podrían haberla apartado del agua. Alba nació con hiperlaxitud congénita, una enfermedad rara que debilita tendones y ligamentos. A eso se sumó, años más tarde, un atropello y varias operaciones de hombro que la dejaron con secuelas permanentes. En una de ellas, una anestesia mal administrada le provocó una lesión nerviosa que derivó en parálisis parcial. “Me quedé con un brazo inservible, solo podía mover cuatro dedos. Me dieron una incapacidad y me dijeron que no volvería a nadar. Pero yo decidí que nadie iba a poner ese límite por mí”, comenta con entereza mientras confiesa que lloró a mares cuando ocurrió todo aquello a sus 26 años de edad.

Tras dos años de recuperación, volvió a nadar y, como ella misma cuenta entre risas, “tuve que enseñarle a mi brazo malito a nadar otra vez”. Hoy convive con limitaciones, pero también con una férrea disciplina de entrenamientos que combina gimnasio y piscina varias veces por semana. “Mi brazo y yo hemos aprendido a querernos. Yo le doy descanso cuando lo necesita y él me permite seguir en el agua. Hemos hecho un pacto”.

Alba habla del agua con la devoción de quien la siente como parte de su identidad.“No sé cómo, pero siempre que me pasa algo importante en mi vida termino en el agua. El mar es mi vida, no puedo vivir sin él. Cuando no entreno, no duermo bien. Es mi vía de escape, mi libertad y mi mente en blanco”.

Alba Beas y su historia con ‘el agua’ como elemento inseparable.
Compitiendo en aguas abiertas en las Islas Canarias.

Su vínculo viene de niña, cuando los médicos recomendaron a su madre que nadara para corregir una escoliosis. Lo que empezó como una prescripción médica se convirtió en un destino. “Comencé a nadar y ya nunca quise salir del agua”.

Ese mismo instinto la llevó a protagonizar una anécdota que su familia aún recuerda con una mezcla de miedo y orgullo. Casi un año después de su operación y con el brazo aún débil, Alba decidió participar en la Travesía Internacional de Natación Río Guadiana . Contra todas las recomendaciones, lo logró y subió al podio en tercera posición. “Fue una locura, mi familia casi no me deja, pero necesitaba demostrarme que podía. Además, fue la primera vez que logré medalla en esta prueba, con lo cual cobra más significado para  mí”. Alba ha participado en la prueba como “unos quince años” ininterrumpidamente, pero este año ha tenido que faltar por su cita internacional. “Me ha dado mucha pena”, reconoce.

A la izquierda, con el bronce en la Travesía a nado del Guadiana y a la derecha su reciente triunfo en Punta Umbría.

Cerca del mar

Aunque vive y trabaja en Sevilla, donde es coordinadora de un centro de empleo para personas con discapacidad, pasa largas temporadas en Ayamonte. Allí están sus raíces y su refugio. “Levanto la persiana en casa de mi familia y veo el Guadiana. Ese río me tiene enamorada. No concibo un verano sin él ni sin el mar. Me encanta enseñar a mis primos a leer las corrientes, a remar, a perderle el miedo al agua. Es mi manera de transmitir lo que el mar me ha dado”.

La familia de Alba, un pilar en su vida.

En Punta Umbría, pocos días después de regresar de Singapur, ganó la travesía solidaria de 1500 metros. Una muestra de que el agua siempre la espera:“Yo digo que soy del agua. No me gusta correr…salgo del agua y me pierdo”, comenta entre risas.

Sin objetivos a corto plazo, Alba prefiere tomarse unas semanas de descanso antes de fijar nuevas metas. “Dejar de entrenar no voy a dejar, porque lo necesito. Pero después de Singapur necesitaba desconectar. Ya en septiembre veré si voy a por europeos o a por los próximos mundiales. A mí me gustan las cosas a lo grande. Además, esta temporada tengo que atender a cuestiones personales que, quizás, me tengan un poco más alejada de la competición. Eso al menos es lo que tengo en mente, aunque cuando vaya llegando las grandes citas, sé que aparecerán las ganas de competir”, reconoce.

En sus triunfos deportivos han tenido un papel destacado sus entrenadores, Ildefonso Ferrón Rodríguez, entrenador personal y CEO de ProSalud, en Centro deportivo tiro de línea; y Pedro Moreno Pontes, entrenador de natación en piscina tiro de línea. “Ellos son grandes pilares en mi trayectoria deportiva reciente. Aunque me enfrento a las pruebas de manera individual, todo esto es un trabajo en equipo donde dependo en gran medida de mis entrenadores. Son grandes profesionales y tiran del carro cuando llegas cansada a los entrenamientos y tienen ese mensaje de aliento para estar siempre arriba”.

La natación de alto nivel exige una gran inversión personal y económica. Alba Beas dedica largas horas semanales a entrenamientos dobles entre gimnasio y piscina, a lo que se suman desplazamientos constantes para participar en competiciones a todos los niveles. “Al final, competir en un Mundial no es solo entrenar, también es costear los importantes gastos”, reconoce. Consciente de esta realidad, Alba se muestra abierta a encontrar nuevos patrocinadores que deseen respaldar su trayectoria deportiva y acompañarla en los retos que están por venir.

Nuestra protagonista lanza un mensaje para personas que pasen por momentos difíciles. “A cualquiera que esté pasando por algo parecido a lo mío, solo le digo que crean en ellos mismos. Nadie daba un duro por mi brazo, pero aquí estoy. Si quieres algo, ve a por ello. No persigas solo metas, conviértete en la persona capaz de lograrlas”.

Y así es Alba Beas, una campeona para quien los grandes desafíos son un leitmotiv de vida y se revela contra las limitaciones.

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