“El fado es un misterio que no se puede explicar; es pasión y desamor, como el flamenco”

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El éxito de Juan Santamaría en la Casa Colón confirma que la voz del ayamontino sigue siendo un puente entre orillas y generaciones. Acompañado de la Banda Sinfónica Municipal, el cantante rindió un homenaje vibrante a Carlos Cano, arropado por arreglos de gran formato y un público entregado. “El concierto fue maravilloso y la Sinfónica es una joya que tiene la ciudad”, define. “En los 30 años que llevo cantando, Huelva siempre se ha volcado conmigo: las instituciones, las entidades culturales y, sobre todo, la gente”, resumía al día siguiente, aún con el brillo del aplauso reciente.

Santamaría ha construido una trayectoria singular, de ida y vuelta, que él explica con sencillez cuando dice que canta “música ibérica: copla, fado y poetas. Traigo la copla al mundo del fado, que es mi género, y fui el primero en unir a poetas de la literatura española, empezando por Juan Ramón Jiménez, con el fado”. En 1999 publicó un disco dedicado al Nobel moguereño, hito que abrió una senda propia donde poesía y música popular se abrazan sin complejos.

Sobre el escenario de la Casa Colón hace solo unos días.

El legado de Carlos Cano ocupa un lugar central en su trayectoria. El tributo nació en 2011 y desde entonces ha tenido distintas colaboraciones, como la primera con el coro de Julio Pardo y otras con formaciones sinfónicas. Ahora, este espectáculo sirve para celebrar las tres décadas de Santamaría en los escenarios. “Cano me inspira porque su obra es maravillosa y, a veces, poco conocida más allá de los grandes títulos. La he divulgado por todas partes y preparo un nuevo proyecto con sus canciones”, avanza. En la Casa Colón, el artista ayamontino hilvanó clásicos del granadino con fados y piezas populares de su repertorio, haciendo de la emoción una lengua común.

Una “Diosa” de la canción

El hilo biográfico de Juan tiene una figura decisiva que fue la cantante y actriz portuguesa Amália Rodrigues. “Fue una de las grandes voces del siglo XX y me descubrió en 1994 en Lisboa. Tuve la suerte de convivir con ella y aprender de un mito internacional”, recuerda. A través de Amália conoció a Carlos Cano (autor de María la Portuguesa para la fadista) y trabó con él una relación breve pero intensa con el genio. “Quiso hacer un concierto conmigo cuando yo estaba trabajando en mi disco Juan Ramón Jiménez en fado; a los pocos meses falleció”. Aquel encuentro bastó para encender una fidelidad artística que hoy mantiene encendida.

Juan Santamaría con Amália Rodrigues.

El público de sus conciertos, cuenta, es heterogéneo. “Encuentro gente de todas las edades. Es verdad que el teatro lo frecuentan más quienes pasan de los 40, pero también vienen jóvenes y niños, sobre todo cuando canto a los poetas. Ahí hay una semilla de padres que quieren que sus hijos conozcan el teatro y la música”. En ese sentido, el homenaje a Cano no es solo memoria, es también presente y futuro. “Sigue vivo en las nuevas generaciones, porque su obra poética y musical recuperó y dignificó la copla y dejó canciones populares bellísimas”, afirma.

Radicado en Ayamonte, Santamaría reivindica la frontera como identidad y brújula. “Vivir al lado de la frontera es el mejor sitio. Yo canto en España y en Portugal, voy y vengo. Me siento muy orgulloso de ser onubense y de cantar las músicas de las dos orillas”. Esa condición hispanolusa sostiene su agenda y, tras la cita onubense, encadena actuaciones en Portugal y programará en la provincia nuevos conciertos para seguir presentando Música sin fronteras, su propuesta de diálogo entre repertorios tradicionales. En Navidad, además, retomará su ciclo de canciones tradicionales y mantiene viva su aplaudida obra sobre poemas de Santa Teresa de Jesús, con la que dejó una estampa para el recuerdo en la Catedral de Santiago. “Aquello fue muy especial; por primera vez un poema en lengua castellana se cantó en fado en ese templo”.

Siempre Huelva

El concierto de la Casa Colón tuvo una lectura estética, con un sinfonismo que amplificó la expresividad de su voz sin borrar la intimidad del fado ni la hondura de la copla. Santamaría transita con naturalidad del susurro a la arenga, del filo melódico del fado a la plasticidad teatral de la canción andaluza. Los arreglos, siempre al servicio del texto, subrayaron su respeto por la palabra. No es casual que cite a menudo a Juan Ramón, pues sigue siendo brújula emocional en su repertorio.

Santamaría traza puentes entre las dos orillas a través de la canción.

Cuando se le pregunta qué tiene el fado, Juan sonríe y deja un silencio breve, casi ritual: “El fado es un misterio que no se puede explicar. Forma parte de la vida de las personas; de la pasión, del desamor… como el flamenco”. Ese misterio, enfrentado al foco de un teatro lleno, se convierte en certeza: un cantante con oficio, raíces y una idea clara de lo que canta y por qué lo canta.

La noche en la Casa Colón terminó en pie. Y Juan Santamaría no solo celebró 30 años de carrera, sino que actualiza el legado de Carlos Cano para quien quiera seguir escuchándolo hoy. Su voz vuelve a tender el puente entre los dos países e hizo resonar un aplauso fronterizo que hermana las dos orillas. “Huelva siempre me responde”, repite. Esta vez, también. Y con estruendo.

 

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