El hall del teatro Felipe Godínez acoge estos días la exposición ‘Pinceladas’, del pintor Pepe Prieto Escaso, una muestra retrospectiva que inaugura el programa expositivo Luna de Otoño. En ella, el artista afincado en Mazagón, ofrece un recorrido por su larga trayectoria creativa, con obras que reflejan tanto su maestría técnica como su particular mirada sobre la vida, el paisaje y el alma humana.
“Es una colección muy diversa,” explica Prieto. “Hay retratos, paisajes y motivos cotidianos. No quería que fuera una exposición monográfica sobre un solo tema, sino un reflejo de todo lo que he ido pintando y observando con el paso de los años”. En total, una veintena de cuadros componen una muestra impregnada de color y de experiencias personales, donde el mar y la luz de Mazagón se convierten en protagonistas inevitables.

El vínculo de Pepe Prieto con Mazagón va mucho más allá de la residencia. Es, según sus palabras, su fuente de inspiración. “Mazagón tira mucho, quieras o no. Hay seis o siete obras dedicadas a sus acantilados, sus playas, los paseos a caballo… todo lo que de verdad define a este lugar más allá de la parte turística.”
El artista confiesa que la luz del enclave costero ha sido una aliada constante. “La luz de Mazagón es maravillosa. Cambia tres veces al día, del amanecer al atardecer, y cada cambio te inspira de una forma diferente. Los tonos rojizos de la mañana, los violetas del atardecer… cada uno tiene su propia historia. Pero es complicado pintar al aire libre por el sol, el viento y la gente; no es fácil adaptarse. Por eso recurro mucho a la fotografía, porque las imágenes que capta aquí te inspiran siempre”.
Una parte destacada de ‘Pinceladas’ está dedicada a los retratos, donde Prieto revela su sensibilidad y su capacidad para capturar no solo los rasgos, sino la esencia de sus personajes. “Hay cinco retratos en total y cada uno tiene su identidad. La motivación común para pintar uno u otro motivo es que me guste la escena que veo”, cuenta.
Así que cada uno de ellos añade, nace de la emoción y del vínculo. “No elijo a mis personajes de forma premeditada. Pinto lo que me gusta, lo que me conmueve. En algunos casos son familiares o amigos, en otros personas de la calle que me inspiran. Pero siempre hay algo más que la simple representación. Por ejemplo, el retrato de mi esposa no es solo una pintura; ahí está mi alma puesta. Si la miras con detenimiento, ves que hay algo más que un rostro.”

Preguntado por lo que hay de sí mismo en su trabajo, el artista expone que: “Cuando eliges qué pintar, eliges lo que eres. Tu gusto, tu intención, tu memoria… todo va ahí. El resultado gustará o no, pero siempre es una impronta de lo que llevas dentro. Cada trazo es, de alguna forma, una conversación íntima con la luz”.
A sus 79 años, Pepe Prieto mantiene una vitalidad envidiable. “Estoy jubilado, pero sigo en activo. Me acogí a la jubilación activa porque no quiero quedarme quieto. Pinto, cocino y escribo. Son tres pasiones que me mantienen vivo”.
La cocina, cuenta, le acompaña desde su juventud. “Empecé en la mili, en el pabellón de oficiales de la base de Morón. Me gustó y siempre he vuelto a ella. La cocina es también arte, tiene creatividad y te da paz”.
Una vida de deporte, arte y luz
Además de pintor, Pepe Prieto fue deportista profesional. Practicó tiro con arco durante 23 años, llegando a representar a España en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984. “Estar en una Villa Olímpica es algo que nunca se olvida. Allí convives con atletas de todo el mundo, compartes experiencias y sientes que formas parte de algo grande. El tiro con arco es un deporte muy exigente, requiere potencia, fuerza y mucha disciplina. Cuando ves que tu cuerpo ya no acompaña, hay que saber retirarse a tiempo”.
Esa disciplina, esa constancia aprendida en el deporte, también se percibe en su pintura. “Pintar requiere paciencia, precisión y respeto por el tiempo. No puedes forzar la inspiración, igual que no puedes forzar el blanco perfecto en el tiro con arco”.
La pasión por el arte le viene de familia. “Mi padre era pintor, y yo crecí viéndolo trabajar en su taller. No hablábamos mucho mientras pintaba, pero observaba cada trazo. Aprendí mirando, sin tocar nada. Ese aprendizaje silencioso me marcó profundamente. Soy autodidacta, pero heredé de él el amor por la pintura y el respeto por el oficio”.
Con el paso de los años, Prieto ha forjado un estilo propio; una pintura serena en apariencia, pero cargada de hondura emocional. Sus obras, dice, buscan “detener el tiempo” y conectar con la luz interior de las cosas.
Una cita con la emoción
‘Pinceladas’ es, en definitiva, una invitación a mirar despacio. A reconocer, en cada cuadro, fragmentos de vida y de memoria. Una exposición que habla del paso del tiempo, del amor por la tierra y del arte como forma de permanecer.


La muestra puede visitarse en el hall del teatro Felipe Godínez de Moguer hasta el 25 de noviembre, dentro del programa cultural Luna de Otoño.
El horario de visitas es de lunes a sábado de 10.00 a 14.00 y de martes a sábado de 17.00 a 19.00.
Una oportunidad para adentrarse en el universo pictórico de un creador que ha hecho de Mazagón su refugio, su taller y su inspiración.







