Estrenamos la sección ‘Gente Excelente’ en Cartaya con nuestra vecina Cati Novoa, todo un ejemplo de actitud ante la adversidad.
Poca gente hay en Cartaya que no conozca a Cati Novoa Medina. Y es que es una persona querida, respetada y que no deja de sorprenderte. La entrevistamos en su casa el día 1 de abril, sólo 3 días después de recibir el alta tras operarse de un cáncer de colon. Llamamos a su puerta con incertidumbre, con ese ‘runrún’ incesante en la cabeza que nos hace preguntarnos si no estaremos molestando, dada la situación. Sin embargo, nuestra sorpresa es mayúscula cuando vemos a una Cati que nos abre, con alegría, y con su característico torrente de voz, la puerta de su casa y nos invita a entrar. Cero miedos en su mirada, cero quejas, sin manifestar dolor. Sólo alegría, naturalidad y sobre todo bromas. Nos quedamos sorprendidos pues aún no ha empezado la entrevista y ya nos ha dado la primera lección de vida.
Cati cumplió 48 años el pasado 28 de marzo. Los celebró en el hospital Infanta Elena, pues hacía sólo 3 días de su operación. Pero ni eso le arrebató la sonrisa. “Me llevaron una tarta y todo, y soplé las velas. La tarta se la comieron los enfermeros porque yo no podía”, cuenta con una sonrisa. Casada con Salvador, con quien lleva 32 años entre matrimonio y noviazgo, y con dos hijos, Salvador y Lucía, Cati nos habla de su familia y recuerda con cariño a su padre Diego Novoa, ‘El negri’. Nos habla también de su madre, Josefa Medina, que a sus más de 80 años “algunas veces se pone a quejarse delante de mí y le digo ‘¿te vas a quejar conmigo al lado?’». Nos cuenta también que es la pequeña de 4 hermanos (Diego, Sebastián, Loli y la propia Cati), aunque no por ser la pequeña ha sido la niña mimada. “He sido la que ponía la autoridad. Fíjate, con 1 metro y 52 que mido”, bromea. Reconoce que es algo “deslenguada, porque digo palabrotas, pero no hay que confundirlo con tener mala lengua, que es levantar falso testimonio de otra persona, que eso no lo tengo”.
Una amiga de toda la vida, Mari Carmen Soto Barbosa, presente mientras se desarrolla esta entrevista, la define como “un torbellino. Es tal y como la veis ahora. Es muy buena amiga y muy buena persona. Da buenos consejos porque tiene la cabeza muy bien amueblada y es una guerrera en toda regla”.
Alegría, bondad, lucha y carácter pueden ser algunas de las cualidades que mejor definan a nuestra protagonista. “Cuando me mosqueo, a los 5 minutos ni me acuerdo por qué estaba enfadada. Con mi marido y mis hijos, por ejemplo, no me atrevo a estar más de 5 minutos de morros. Ellos también ayudan porque son maravillosos”, explica Cati, quien también destaca la faceta trabajadora de su familia: “Yo soy limpiadora y mis hijos trabajan en el sector agrícola. Mi hija ahora lo ha dejado para cuidarme. Y mi marido trabaja en lo que le echen. La verdad es que somos un equipazo y por eso siempre hemos salido adelante, unos meses mejor, otros peor, pero siempre adelante con el trabajo de todos. El ser trabajador es algo que siempre le he inculcado a mis hijos”.
El baile es una de sus grandes aficiones y la otra es la política. Comenzó a interesarse por la política local con Ramón Barbosa. Aunque nos dice que de política no entiende “nada”, sí que considera que entiende “de escuchar a la gente, sus necesidades y de querer ayudarlos. Como digo, yo no entiendo de política, pero sí de la gente. Por eso, yo en realidad no soy de ningún partido, sino de personas. Antes, estaba con Juan Polo, al que quería mucho. Y en las últimas elecciones fui en la lista del alcalde de Cartaya, mi Manolito de mi alma”.
ENFERMEDAD
Cati fue conocedora de su enfermedad el pasado 27 de septiembre. “Llevaba ya un par de años que iba demasiado al baño, con gases y diarreas” que ella achacaba a algún problema digestivo como posible intolerancia alimentaria de alguna clase. Además, confiesa que no iba al médico por miedo. Finalmente se hizo pruebas y su marido fue a buscar los resultados. Su amiga Montse, que tuvo en sus manos los resultados, conoció lo que esos resultados querían decir gracias a amigos y conocidos médicos. También se enteró del diagnóstico Manuel Barroso, quien aconsejó no dar la noticia a Cati hasta que su médico no la comunicara. Finalmente, el día 27 de septiembre, en plena Feria de Cartaya, su médica de medicina interna, Matilde, le da la noticia. Una noticia que para Cati fue negativa, lógicamente, pero a la vez un alivio, “porque con la incertidumbre que tenía desde hacía tiempo, estaba muy nerviosa y perdí mucho peso de los nervios”. Lejos de venirse abajo, desde ese día miró al cáncer de frente, con coraje y valentía, y ese mismo 27 de septiembre la invitaron a comer a la feria y allá que acudió. “Vino hasta el Delegado de Agricultura, Álvaro Burgos, y lo pasamos muy bien”, recuerda.
Desde entonces y hasta el 25 de marzo, fecha de la operación, Cati ha pasado por 5 sesiones de radioterapia y 6 de quimio, además de tratamiento de pastillas. No ha perdido el pelo ni la alegría. Como ejemplo, nos cuenta que en las sesiones de quimio y radio las enfermeras le decían que animase a otros enfermos “y me ponía allí a bailar sevillanas. Yo en la quimio era la reina del mambo”. Así, el tratamiento no redujo el tumor pero sí permitió limpiar la zona donde éste estaba perfectamente localizado, además de bajarle la inflamación de los ganglios linfáticos. Todo estaba preparado para una intervención, programada para el 25 de marzo de 2024.
Nos cuenta que antes de la operación sí que hicieron acto de presencia los miedos: “Tenía muy presente lo que le pasó a Juan Polo. Siempre lo tengo en mi mente y su foto está puesta en el salón de mi casa”. Además, para acrecentar estos miedos, a Cati la operaban en el mismo hospital que a nuestro añorado Juan Polo, el Infanta Elena. Sin embargo, la atendió un equipo médico excepcional, con el cirujano Álvaro Ramírez, de tan sólo 35 años, a la cabeza, “un ser humano excepcional», explica Cati. Tras 5 horas de operación, nuestra vecina salía de quirófano, aunque dice que recuerda poco de esos momentos: “Sí me acuerdo que mientras me llevaban en camilla preguntaba por mi marido. Había como 18 personas esperándome y mi marido estaba hablando por teléfono, en lo que se me acerca el alcalde preguntándome que cómo estaba. Yo le respondía ‘Ay mi Manuel, ay mi Manuel”. Y esa misma expresión, el ‘ay’ acompañado del nombre de la persona, la iba repitiendo cuando los distintos visitantes se acercaban a ella. Tanta gente había interesándose por el desenlace de la operación, que un celador le preguntó a la propia Cati si era alguien importante, con un alto cargo. “Yo soy importante para la gente que me quiere”, fue su respuesta.
Su operación fue el Lunes Santo y Cati, persona religiosa, tiene una anécdota de las que ponen los vellos de punta a medida que la cuenta: “Mi comadre Mari Trini perdió a su padre, Luis Castillo, hace 8 años. Pues esperando a que yo saliera se escucha la llamada ‘familiares de Luis Castillo’. Claro, mi comadre se quedó blanca, mi hermana igual, y todo se quedó en silencio. Y al momento sale el médico diciendo que lo mío había salido perfecto. Cuando me lo contaron me harté de llorar. Para mí, eso fue la providencia, el Señor que se manifestó a través de un hombre que estaba conmigo en observación que casualmente se llamaba Luis Castillo, para decirle a la gente que yo estaba bien y que se quedaran tranquilos”.
Con su fe reforzada tras la operación, pues pidió, y le fue concedido, “que los ojos de mi cirujano sean los del Señor y sus manos, las de la Virgen del Carmen”, Cati nos confiesa que han rezado por ella hasta monjas en Toledo: “El Señor habrá dicho ‘¿Quién es esa Cati Novoa, que todo el mundo está pidiendo por ella? A esta tía la tengo que salvar sí o sí porque voy a quedar mal con mucha gente. Y así ha sido”.
Con varios puntos de sutura, además de la bolsa de colostomía, nuestra protagonista afirma no sentir dolor. Por su estado de ánimo, a estas alturas, ya no le preguntamos. No cabe ninguna duda de que está genial. Incluso, nos adelanta sus deseos para cuando esté recuperada: “Hacer el camino de San Isidro, bailar y del mismo modo que me metieron quimio en vena, que me metan un barril de Cruzcampo. Aunque me gusta más la Estrella Galicia, será Cruzcampo, para que no se me enfade mi primo Pepe Ángel”. También confiesa que le debe una visita a Manuel Barroso, a devolverle un rosario que el Primer Edil le prestó. Un Primer Edil que le dedicó unas palabras “en la subida de la Virgen del Carmen. Aparte de que le ofrendaron, en mi nombre, un ramo de flores a la Virgen. También dejé encargado, antes de operarme, un ramo para ofrendar a la Virgen de la Esperanza, puesto por Ana Macías, concejala de cultura, en su nombre, que también padece cáncer, y en el mío. Y encargué otro ramo también para el Cautivo, que lo ofrendó por mí Coro Revuelta”. Aparte de estas flores, ha habido otro ramo que ha traído cola en los últimos días. Y es que una amiga le envió un ramo de flores con una nota anónima como si fuese un enamorado. “Teníais que ver la cara de mi marido”, cuenta riendo, aunque al final la autora era su amiga Chon Silva.
Su gato, al que llama Rey, nos interrumpe maullando. Cati le habla y el gato responde a cada palabra de su dueña. Rey es uno de los seres importantes para Cati, aunque “está un poco salido”, apunta nuestra vecina sin parar de reírse. Parece que Rey nos está pidiendo que dejemos a Cati descansar y comenzamos a despedirnos, aunque antes de eso, Cati nos deja un mensaje para toda Cartaya: “Estoy muy agradecida por todo el interés y por todas las llamadas. No me esperaba tanto. Cuando me vaya encontrando a la gente, que me pregunten lo que quieran. Yo nunca he escondido nada porque en estas cosas, como en todo en la vida, hay que coger al toro por los cuernos y tener actitud y la mente fuerte”.