Los orígenes de la Romería y de la devoción a la Virgen de la Bella

La Romería de la Bella comienza a celebrarse en 1966 y tiene sus raíces en una salida que un grupo de jóvenes de Acción Católica, a instancias del sacerdote Don Manuel Gómez Orta, llevan a cabo al Cabezo de la Bella. Pero la devoción y el culto a la Virgen de la Bella viene de bastante más atrás y cuenta con más de 500 años

La devoción a la Virgen de la Bella en nuestra ciudad cuenta con más de 500 años a sus espaldas. Y es que la imagen está relacionada con los frailes franciscanos que estaban establecidos, a finales del siglo XV, en el Convento de San Francisco del Monte, que fue sustituido posteriormente por el Convento de Santa María de la Bella.

En cuanto a la ficha técnica de la imagen, se trata de una escultura de 1,51 metros, tallada en madera de nogal, a excepción de zonas dañadas en 1936, y policromada. Por sus características estéticas e iconográficas se data entre finales del siglo XV y principios del XVI, en la línea de la imaginería mariana de tránsito entre el Gótico Final y el Renacimiento temprano en lo que hoy es España. Su autoría no está clara, aunque algunos estudios la atribuyen al escultor sevillano Jorge Fernández o a su escuela.

Comitiva romera portando la ‘Virgen Chica’ en Mayo de 1966. Imagen incluida en el libro ‘Lepe, memoria gráfica 1886-1975’, editado por el Ayuntamiento de Lepe.

Su hallazgo tiene detrás una preciosa historia o leyenda, según convicciones de cada cual, y da testimonio de ello por escrito, por primera vez en 1673, el fraile Fernando San José, natural de lepe y residente del Convento de Santa María de la Bella: “(…) Día de la Asunción, por los años de 1484 el P. Guardián y religiosos paseaban a orillas del Terrón… Una lancha, tripulada por tres robustos y hermosísimos jóvenes, toma la embocadura del estero y viene a varar frente a los religiosos. ‘Traemos una caja y rogamos nos la guarden en el convento hasta que tornemos por ella’, dijeron los jóvenes. Nueve años estuvo el depósito intacto. Un ermitaño, hombre de la Tercera Orden franciscana, pidió al P. Guardián con tales instancias y de tal forma que le diera permiso para abrirla, que se lo concedieron en presencia de la Comunidad. Apareció entonces la imagen. ‘Es como la del cielo’, exclamó el ermitaño, mientras explicaba la historia de aquel secreto que sólo él conocía por revelación. Procedía de un santo anacoreta muerto en cierta isla lejana. Aquellos tres jóvenes que la depositaron eran ángeles encargados por la Providencia de dejarla en este lugar, para que aquí fuese venerada. ¡Bella!, dijeron a una los religiosos. Colocáronla en el retablo mayor de la iglesia; los pueblos comarcanos corrieron en tropel atraídos por la fama del prodigio. ¡Qué bella es!, decían todos, y así quedó consagrado el título de Nuestra Señora de la Bella”.

La devoción a la Virgen de la Bella fue extendiéndose y arraigando rápidamente dando nombre al Convento de Nuestra Señora de la Bella, cuyas ruinas se mantienen delante de la Ermita del Terrón. La imagen de la Virgen permaneció en dicho convento hasta 1835, cuando en España se inicia la Desamortización de Mendizábal. Es entonces cuando es trasladada a la Iglesia de Santo Domingo de Guzmán, de nuestra localidad.

Con una arraigada devoción que ya contaba siglos de antigüedad, no sería hasta la segunda mitad del siglo XX cuando las fiestas y cultos en honor a la Virgen de la Bella van tomando la forma que actualmente tienen. Así, en 1954, se funda la Muy Ilustre, Fervorosa y Franciscana Hermandad de Nuestra Señora de la Bella, garante y custodia del culto a la advocación mariana de la Virgen de la Bella.

Y en 1966 es cuando se celebra la primera Romería, la cual nace de un grupo de jóvenes de Acción Católica que, a instancias del sacerdote Don Manuel Gómez Orta, organizaron una salida campestre, para rendir culto a la Virgen de la Bella, en el lugar conocido como Cabezo de la Bella, aledaño a las ruinas del antiguo convento franciscano.

“La devoción a la Virgen de la Bella ya existía, y tenía muchísimo arraigo, en aquellos tiempos. No en vano, el lugar al que hicimos la salida se llamaba Cabezo de la Bella. Por eso decidimos hacer la salida hacia ese lugar. Por supuesto, no esperábamos que se nos sumara tantísima gente, pero el que esa salida de Acción Católica fuese el punto de partida de la Romería fue una manera de reconducir la historia de Lepe y de esa zona en concreto. Una zona que durante siglos había estado dedicada al culto a la Virgen de la Bella y que, a partir de 1966, volvió a sus orígenes devocionales”, explica Don Manuel Gómez Orta, que añade que “el pueblo parece que ansiaba que esos lugares rindiesen culto de nuevo a la Virgen. Eso explica la cantidad de gente que se nos unió y el cariz que con los años ha cogido la Romería. Eran un lugar y una devoción que aún estaban latentes en el corazón de los leperos, nosotros sólo los recondujimos y volvimos a conectar”.

La caseta ‘La la la’ fue la primera que se levantó en el recinto y debe su nombre a la famosa canción de Massiel. Imagen de 1969 incluida en el libro ‘Lepe, memoria gráfica 1886-1975’, editado por el Ayuntamiento de Lepe.

Desde ese año hasta entonces, la Romería ha evolucionado y aumentado en volumen, tanto en actos y cultos, como en afluencia de público, además de construirse la actual Ermita del Terrón. Pero, parafraseando al Hermano Mayor de la Hermandad de la Bella, Paco Toscano, hay algo que no ha cambiado a pesar del paso del tiempo: el amor y la devoción a la Virgen de la Bella. Un amor y una devoción que se mantienen vivos, y con más salud que nunca, más de 500 años después y que han sido capaces de sobrevivir a tantos y tantos cambios políticos, sociales, culturales, etc., erigiéndose como uno de los rasgos identitarios de Lepe y convirtiéndose en una importante fuente de socialización, portando gran parte de los anhelos y esperanzas de los leperos.

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