Antonio Franco Palomino, ‘El Porra’, fue uno de los personajes más representativos de aquella Punta Umbría de calles de arena y casetas de madera. Su espíritu emprendedor resolvió una de las necesidades de entonces, como era llevar agua potable a las casas, para evitar largas caminatas a los vecinos portando los cántaros de barro.
Por: José Luis Galloso
La historia reciente de nuestra localidad se escribe a través de las experiencias de sus vecinos, aquellos que comenzaron a poblar un rincón alejado de la vecina Cartaya, que hasta 1963 se encargaba de gestionar esta barriada marinera.
Las comunicaciones y el abastecimiento de productos de primera necesidad se realizaban principalmente por el río, en un entorno de precariedad que a partir de mediados de la década de los 60 comenzaba a tener algo más de luz.
Con una localidad estrenando independencia administrativa y salpicada aún de casetas de madera dispersas en el pinar, surge la figura de Antonio Franco Palomino ‘El Porra’ (13 de abril de 1923 – 19 de enero de 1977). En aquellos días, la población carecía de redes de agua potable y los vecinos dependían de los aljibes para el consumo de agua potable, donde se almacenaba el agua traída en barcas desde Huelva. El trabajo de conseguir agua era arduo y las personas caminaban hasta el aljibe cargando cántaros, un esfuerzo diario que se hacía complicado.
En medio de esta necesidad, Antonio, decidió emprender y aportar una solución para quienes esa tarea diaria era complicada por la falta de medios. Nuestro protagonista comenzó a transportar el agua directamente hasta las casas, en un carro tirado por un burro. El carro, cargado con un gran barril, se convirtió en un servicio esencial para muchos en la comunidad local. De esta forma, ‘El Porra’, el aguador, se convirtió en una figura simbólica en una Punta Umbría que anhelaba progresar.
«Mi padre empezó a repartir agua en 1966 y desde el principio yo estuve ayudándole en esta tarea. Él siempre fue un hombre emprendedor y antes de vender el agua, ya se dedicaba a comprar y vender pescado con su carro y a cualquier tarea que fuese posible. Era una persona muy trabajadora y no se le caían los anillos. Fue una época difícil, pero él siempre luchó para salir adelante con su familia«, señala su hijo Antonio.
El agua que Antonio repartía provenía de Huelva, transportada en barcas a través del río Odiel. Una vez en los aljibes, uno ubicado en la Plaza Pérez Pastor, Antonio llenaba los barriles que luego repartía en las casas. «Era un trabajo que no tenía descanso. En verano teníamos que trabajar durante todo el día y en invierno, aunque se reducía la demanda, el trabajo seguía siendo duro. Al principio empezamos con dos carros; yo llevaba uno y mi padre otro. Nos repartíamos las zonas del pueblo. En verano también nos ayudaban mi hermano Andrés y, a veces, mi hermano José. Ellos se dedicaban a la albañilería«, recuerda Antonio.
La jornada comenzaba temprano, cuando todavía no amanecía, y terminaba cuando el sol ya se ponía. El trabajo implicaba una gran responsabilidad: «Recuerdo que mi padre siempre tenía que estar pendiente de todo y desde muy temprano me encargaba preparar las bestias y los carros. Nos enseñó a ser responsables y a valorar lo que teníamos«, comenta su hijo.
La ordenación de las calles de arena era muy rudimentaria en aquella Punta Umbría, con vías que se nombraban por letras y, en algunas zonas, ni siquiera estaban nominadas. “La gente más conocida que vivía en las zonas del pueblo, nos servían para darle nombre a las calles”, rememora Antonio. “La gente salía con cántaros de barro o garrafas de cristal de una arroba, 16 litros aproximadamente, a llenarlo a la voz de, ¡el aguador! Siempre nos trataban con mucho respeto y la relación era muy cercana. Mi padre era un hombre serio que se daba a respetar. En aquel entonces todos en el pueblo nos conocíamos”, evoca con nostalgia.
A pesar de la carga de trabajo, la economía familiar se benefició de este negocio. El precio del agua era bajo, apenas seis pesetas por litro, pero con el volumen de ventas, la familia de Antonio Franco pudo vivir con algunas comodidades. «El negocio del agua nos fue bien, sobre todo en verano. Aunque no era fácil, nos dio para salir adelante. Comprábamos el litro de agua a tres pesetas y lo vendíamos a seis. Eso nos daba para vivir«, cuenta su hijo, destacando la importancia de ese pequeño comercio en la vida cotidiana. También en casa, su madre solía atender a algunos vecinos, surtiendo de agua de un tonel que tenían en su vivienda para la venta a los vecinos más próximos.
En casa, Antonio Franco Palomino también fue una figura de autoridad y de valores. «Era un hombre recto, serio, pero siempre preocupado por el bienestar de su familia«, señala Antonio Franco Ortega. Su padre le enseñó el valor del trabajo y la importancia de ser responsable. «Siempre me decía que tenía que encargarme de las cosas, que debía ser responsable, que fuera un hombre recto. Me daba consejos y hablaba conmigo. También me inculcaba valores como la honestidad y el respeto«, afirma con cariño su hijo.
En los últimos años, cuando comenzaron a instalarse las primeras redes de saneamiento y agua potable en el pueblo, el negocio de Antonio Franco llegó a su fin. «Recuerdo que un día, cuando ya los grifos comenzaron a instalarse en las calles, le dije a mis padres que ya no era necesario seguir repartiendo agua. Fue un cambio que, aunque triste, también era necesario«, recuerda Antonio Franco Ortega. Así, en 1972, la actividad de ‘el aguador’ llegó a su fin, dejando atrás una época que había marcado la vida de tantas personas en Punta Umbría.
Un homenaje a la labor de Antonio Franco ‘El Porra’
El pasado 6 de noviembre se rindió homenaje a Antonio Franco Palomino con el rotulado de la glorieta de la entrada norte de la localidad. Este acto cumple con el nombramiento otorgado por el Ayuntamiento de Punta Umbría en la celebración del Pleno Solemne del 26 de abril de 2009.
El alcalde de la localidad señaló que este homenaje busca resaltar la historia de Punta Umbría, destacando que “es un homenaje a la Punta Umbría antigua y a sus señas de identidad”. Este espacio lleva el nombre de Antonio Franco Palomino, conocido como el popular aguador que repartía agua en el pueblo con su burro. Además, se suma al antiguo molino de viento, donado por Fernando García de Soto en 2019, como parte del esfuerzo por preservar y destacar las raíces del pueblo. “Es un espacio que reivindica las raíces de este pueblo”, agregó José Carlos Hernández Cansino.
Antonio Franco Palomino llegó a Punta Umbría a la edad de cuatro años, de la mano de sus padres, Andrés y Catalina. Contrajo matrimonio con María del Carmen Ortega Fernández, y junto a su espíritu emprendedor y esfuerzo, sacaron adelante a sus cinco hijos: Andrés, José, Antonio, Carmelo y María del Carmen. Antonio falleció a la edad de 53 años, dejando su legado presente a ojos de los puntaumbrieños.