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Manuel Fernández Gey, ‘Manolo de Luz’, ha dedicado 45 años de su vida al trabajo en el sector pesquero. Es un reconocido patrón de pesca jubilado de sus labores y armador de un buen número de buques a lo largo de su trayectoria. Este puntaumbrieño con raíces en la provincia de Huelva, sigue añorando el trabajo en el mar, fruto de la pasión por una profesión que se lo ha dado todo en la vida.
Resumir toda una vida dedicada al mar en un puñado de líneas es una tarea que no resulta fácil. Más aún cuando nuestro protagonista ha sumado 45 años en activo y tienes tantas y tantas millas navegadas en nuestras costas.
Manuel Fernández Gey, ‘Manolo de Luz’ para quienes lo conocemos, cumple a finales de este mes nada menos que 80 años. Y podemos decir que bien cumplidos, puesto que mantiene una vitalidad y un buen humor envidiables. Es un testimonio viviente de la cultura pesquera de Punta Umbría y de los años en que el sector vivió su época de máxima bonanza.
Aunque es vecino de Punta Umbría, nació en Lepe y llegó a la localidad con seis años. Entre los recuerdos familiares atesora algunos relatos que le transmitieron siendo joven y que rememora con cariño. «Mi abuelo materno era de Isla Cristina y mi abuela de Ayamonte. Él era carabinero de mar y lo destinaron a Tarifa, que fue el lugar donde nació mi madre. Durante el parto, mi abuela se encontró sola porque su marido estaba de guardia y se encomendó a la patrona del pueblo. Afortunadamente el parto fue bien y cumplió su promesa, bautizando a mi madre con el nombre de Luz”.
Su vínculo con el mar le viene de familia a quien siguió los pasos en la profesión. “Mi abuelo paterno era de Lepe, un hombre que se dedicaba al campo y que se le conocía como ‘Manuel de la Huerta’. A mi padre no le gustaba el campo y se iba a Isla Cristina de joven a trabajar en los galeones y comenzó a vivir de la mar. Yo de joven veía a mi padre y seguí su ejemplo. Además, mi hermana se echo un novio marinero y con él me embarqué por primera vez”, cuenta.
Y así empezaron sus días en la mar, no sin antes haber trabajado como redero. «Antes de los 13 años ya estaba embarcado. Aunque mi primer trabajo fue en la red con Juan Núñez. Recuerdo que al principio me mareaba como una cabra y me llevaba todo el día sin comer. Yo estaba en el bote bogando todo el día y me daban media parte”, recuerda entre risas.
Recuerda las duras condiciones a las que se enfrentaban en aquellas los marineros. “Todo se hacía con las manos, los barcos eran chicos y era un trabajo muy duro. Con 40 años los marineros ya estaban con la espalda doblada”. Pero Manuel se abría camino dentro de la marinería y no le faltaban propuesta para trabajar en otros barcos. “Comencé a trabajar en otras embarcaciones donde me daban más dinero y a buscar mejores oportunidades de trabajo. Aunque era un niño, yo trabajaba como un hombre”.
A los 17 años, Manuel ya tuvo su primera oportunidad como patrón de barco, aunque sin título. «Con esa edad yo hacía de patrón de pesca en la pareja en el barco Anita y Manuel de Emilio Lirola, un buque con un motor de 20 caballos. El hombre me dio la oportunidad de pegar un raspazo, mientras se comía el bocadillo y aquella primera pesca salió bien. Cuando le di el timón para que Emilio hiciera la faena, cogió la mitad que yo. Así que me dijo que al día siguiente iba yo de patrón. La verdad que con esa edad yo ya sabía ‘leer y escribir’ en la mar, sabía lo que tenía que hacer”.
Su actividad en la mar tuvo la pausa del servicio militar, en la que Manuel dice que lo pasó mal. “Con 18 años me casé y tuve a mi primera hija. Con 19 años me fui a la Marina de Guerra en el Ferrol. Me pegué dos años enteros y dejé a mi mujer sola con una niña de pocos meses. En aquel entonces no había trabajo para las mujeres en Punta Umbría y , la verdad, lo pasé muy mal. El segundo año me vine al Arsenal de la Carraca (Cádiz) y los últimos meses logré que me trasladaran a la Comandancia Militar de Marina de Huelva”.
Su primera titulación de patrón de pesca la sacó en la comandancia cuando ya contaba los días para completar la desaparecida ‘mili’. “Me saqué el título con don Diego Díaz Hernández, quien me examinó a pesar de que me faltaban algunos meses para cumplir los 21 años. Recuerdo que un sargento, Antonio, me entregó un librito que se titulaba ‘El indispensable en el Puente’ que me metí entero de memoria en la cabeza mientras hacía los últimos meses de servicio”. El examen oral fue un éxito y aquel libro y el esfuerzo de Manuel fueron más que suficientes para demostrar su capacidad y su interés por obtener el título. “Cuando acabé de responder a todas las preguntas, don Diego me dijo que no hacía falta que hiciera el examen escrito al día siguiente”, revela con orgullo.
Con el título de patrón y el servicio militar acabado, retomó su trabajo como patrón en diferentes barcos de pesca, cada vez de mayor envergadura. Fueron muchos por los que fue pasando a lo largo de los años, mejorando sus condiciones laborales y su papel como patrón. “Hacía bien mi trabajo y no me faltaban novias para trabajar en la mar”, apuntilla usando la frase.
Con el tiempo, Manuel decidió emprender su propia aventura como armador. «Yo estuve de patrón en un barco, que se llamaba Galeana y Llorca. Tenía el casco en pésimas y con ese arriesgué mi vida en más de una ocasión. La gente veía mi trabajo y me decía que con ese barco no iba a ningún sitio, pero yo solo quería sacar la faena adelante para cuidar a la familia«, explica.
Fue a través de la perseverancia y el trabajo constante cuando Manuel comenzó a construir su flota. «Echamos una ‘calá’ en tierra de cigalas con ese barco y Rafael Ortiz, un reconocido vendedor de pescado y marisco, se acercó a hablar conmigo. Me dijo que por qué no tenía un barco y le dije que no tenía dinero. Por aquel entonces vivía en una habitación de alquiler con mi madre, en una casa que era propiedad de ‘El Chinguito’. Pero Rafael me ayudó con la entrada de mi primer barco, a cambio de ser el vendedor de la pesca”, narra.
Así fue como compró su primer barco, el Maroto Trille, un barco de 300 caballos al que le siguieron otros en propiedad como el Coma I, Belimar, Maroto, Costa del Mediterraneo, Feber o Freipesca, Isla de Saltés Primero o Sanlúcar de Barrameda y otros muchos de una larga lista de más de 20 embarcaciones. Algunos de ellos con su socio, Pepe Jiménez Puente. “Yo echaba todo el año completo en la mar, no solía parar como la mayoría de la flota . Pero llegó un momento que tuve que dejar de salir a la mar para gestionar la empresa, con varios barcos, desde tierra”.
Ese fue un paso que le costó, ya que confiesa que le encanta la faena en el mar. “Siempre echaba de menos estar en la mar, incluso a día de hoy. A mí me gusta mucho la pesca. A pesar de que me he visto en más de una ocasión apretado en la mar. Yo era prudente, pero cuando se trataba de echarle valor para sacar el trabajo adelante lo hacía”.
La vida en la mar no está exenta de peligro y Manuel ha vivido momentos críticos.“He pasado muchos temporales y momentos duros, pero en tres ocasiones he estado al borde de irme al fondo”, rememora Manuel con diferentes historias en las costas marroquíes y de Portugal.
Una de las cuestiones que le produce mayor orgullo a Manuel es su relación con su hijo. Éste ha decidido seguir sus pasos en el mundo de la pesca y hoy es el Patrón Mayor de la Cofradía de Pescadores de Punta Umbría y asume competencias institucionales a nivel nacional. «Yo no quería que mi hijo siguiera mis pasos, pero él siempre estaba detrás de mí en el barco«, confiesa. Desde muy joven, su hijo mostró interés en la vida en el mar, incluso se embarcó en un barco a temprana edad. «Con solo dos años, en una ocasión, se montó en el barco«, dice con una mezcla de orgullo y sorpresa.
Su hijo ha sido una gran ayuda para él en los últimos años, gestionando la empresa familiar. «Mi hijo sabe más de barcos que yo«, reconoce, enfatizando cómo la nueva generación tomó las riendas del negocio desde temprana edad. «Hice un poder para que él pudiera tomar decisiones cuando tenía unos 20 años y me dejó claro que quería trabajar conmigo«, agrega, destacando su confianza en la capacidad de su hijo para llevar adelante el legado familiar.
«Si hubiera embarcado por derecho conmigo en otra época, me hubiera doblado«, dice en referencia a su hijo y confiesa que hay muchas cosas que ha aprendido del oficio y lugares de pesca que se las llevará con él cuando abandone este mundo.
A lo largo de su vida, Manuel ha sido testigo de los cambios en la industria pesquera. «El futuro de la pesca lo veo muy bien, pero hay que cuidarla. Es importante ser consciente de que no se puede pescar inmaduros. No puedes pescar hoy el pescado o el marisco que tienes que pescar mañana”, manifiesta refiriéndose a su tamaño y a respetar el tiempo de engorde.
Además, también critica a los científicos que no están en el mar y solo analizan los recursos desde un escritorio. «Ellos deberían hacer sus análisis donde realmente está el pescado y para eso es necesario que cuenten con los patrones de pesca, que son quienes saben donde está el pescado en cada momento”.
En definitiva, Manuel Fernández Gey es un ejemplo como patrón de pesca y empresario del sector, que ha luchado con dedicación y pasión por su oficio. Su historia sigue siendo un legado para la comunidad pesquera de Punta Umbría.