Manuel Ángel Gómez García: “Cuando consumía alcohol mi vida era irreal. Ahora estoy sano y soy libre”

Manuel Ángel Gómez García es natural de Moguer, tiene 64 años, está casado y es padre de dos hijos. Durante décadas trabajó como profesor de Educación General para adultos y ahora está felizmente jubilado.

Manuel Angel con su esposa, Mari Carmen Galán.

Hace nueve años su vida dio un giro radical. En 2016 decidió ponerle nombre a lo que durante años arrastraba en silencio: una adicción al alcohol. Hoy, rehabilitado y ocupando el cargo de secretario de la asociación Sísifo de Palos de la Frontera que le ayudó a superar su enfermedad, comparte su testimonio con el objetivo de ayudar a quienes puedan estar viviendo lo mismo. «Durante muchos años viví engañándome a mí mismo. Buscaba cualquier pretexto para beber, como desayunar fuera de casa para tomar aguardiente, demorarme en llegar a casa con el pretexto de estar con gente o momentos similares. Cualquier excusa era válida. Me di cuenta de que mi necesidad de beber a diario no era normal«, comienza explicando Manuel Ángel.

Manuel Angel con Celia y Laura, compañeras de la Banda Hermanos Niño.

-¿Cuándo empiezas a tomar conciencia de que tenías un problema?

Empecé a beber con más frecuencia hacia finales de los 90, aunque llevaba consumiendo desde más joven. Durante más de 15 años el alcohol marcó mi vida. La mentira, las malas respuestas a tus seres queridos, el deterioro de mis relaciones con la gente cercana… todo estaba ahí. La dependencia se hace evidente cuando necesitas consumir cada día y te das cuenta de que no controlas nada.

-¿Qué fue lo que te hizo reaccionar?

Quizás no hubo un momento concreto, pero sí una reiteración de conductas y circunstancias que cada vez hacían más evidente que necesitaba ayuda. Si tuviera que hablar de un punto de inflexión, por supuesto que me referiría al deterioro de la relación con mi mujer. Aunque, afortunadamente, no hubo episodios graves, si empezaba a notar su sufrimiento por mis malos hábitos. En definitiva, me estaba alejando de mi familia, de mis compañeros, de mis aficiones. Me volví una persona difícil. Eso me hizo reaccionar.

-¿Está normalizado el consumo del alcohol en nuestra sociedad?

Está tan socialmente aceptado que quienes no bebemos somos los raros. Beber se ha convertido en una forma natural de socializar, pero también se han normalizado sus consecuencias, como las mentiras, el deterioro emocional, la agresividad. Y no se habla de ello.

-¿Se puede salir solo de una adicción al alcohol?

Es un proceso duro que requiere constancia y compromiso. Es muy difícil salir solo. Hay personas que lo consiguen por sí solas, pero no es lo habitual. Yo necesité ayuda. En Sísifo encontré la fuerza, la experiencia y las herramientas para salir adelante. Ver a otros que lo han logrado te da esperanza y motivación. Compartir el camino con quienes han pasado por lo mismo es un apoyo imprescindible que te recuerda que se puede vivir sin depender del alcohol.

-¿Cómo diste ese primer paso?

Llevaba tiempo rumiando la idea de pedir ayuda. Yo decidí que era el momento de cambiar, asumir mi situación y darle una alegría a mis seres queridos. Y justo después de la romería, me armé de valor, le comuniqué la decisión a mi mujer y llamé a Sísifo. Ese día empezó mi nueva vida. Llamé porque tenía amigos en la asociación que habían dado un giro a su vida. Me dije, si ellos han podido yo también puedo salir del alcohol. En Sísifo me guiaron desde el primer día y comprendí que la dependencia no me llevaba a ningún sitio

-¿Sentiste vergüenza de pedir ayuda e integrarte en el grupo de ayuda?

Reconocer ante ti mismo y ante los demás que tienes un problema con el alcohol, es la clave para comenzar el cambio que necesita tu vida. Es un golpe a tu orgullo y, quizás, a tu imagen. Pero es necesario. Yo mismo decidí contarlo a mis compañeros de trabajo, no quería esconderlo. Sabía que hacerlo visible me ayudaría a afrontar el proceso con más fuerza. Lo confidencial se respeta, pero hacerlo público en tu entorno es también una forma de dar el paso con firmeza y ayudar a que otros también se atrevan.

-¿Qué papel ha jugado su familia en este proceso?

Fundamental. Mi mujer ha sido más del 50 por ciento de mi rehabilitación. Ha estado ahí, apoyándome, acompañándome. Es de mucha ayuda tener un entorno cercano que te sostenga. El trabajo es tuyo, pero el camino es más fácil con apoyo.

-¿Qué aporta la terapia de grupo?

Muchas cosas. Soltar la mochila, compartir vivencias, aprender a escuchar a los demás. Te das cuenta de que no estás solo. Aprendes de los errores de otros y ayudas a los que llegan. Es un proceso muy enriquecedor.

-¿Cómo era antes tu vida?

Irreal. Buscaba satisfacciones efímeras. Vivía en una ficción antinatural. Mi relación con la gente era prepotente y malhablado. Un tipo insoportable.

-¿Y cómo es ahora?

Soy una persona sana y libre. Feliz. He aprendido a gestionar los problemas con serenidad. Sigo alerta, porque la enfermedad siempre está ahí. Pero ahora vivo con plenitud y disfruto del día a día y de la gente que me rodea.

-¿Qué mensaje daría a quien esté dudando si pedir ayuda?

Que no lo dude. La vida sin consumo es maravillosa. Hay salida, hay herramientas, hay gente dispuesta a ayudarte. El alcohol no da libertad, la quita. Merece la pena apostar por vivir plenamente.

-Este fin de semana estuviste de carnaval…

Sí. He estado en Mazagón y Villarrasa con la charanga ‘Échale de Sal’, donde toco el saxofón. Ahora disfruto de las fiestas, sin necesidad de consumir alcohol. De hecho disfruto mucho más de la música, de lo que lo hacía antes.

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