Patricia Iglesias Morales: “El kitesurf es una terapia: libertad, adrenalina y desconexión total ”

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Patricia Iglesias practica kitesurf desde hace siete años, una pasión que ha terminado por convertirse en su forma de vida. Lo que comenzó como una simple curiosidad por un deporte al aire libre, se ha transformado en una rutina marcada por el viento, la naturaleza y la libertad. Recientemente ha navegado en las playas africanas de Cabo Verde.

Por: José Luís Galloso.

En el aire durante su experiencia africana.

Patricia Iglesias Morales descubrió el kitesurf en 2018, cuando aún no conocía a nadie del mundillo. “Fue por mi amiga Laura. Ella, Tuti e Irene practicaban kite y fueron quienes me abrieron la puerta. Me llamó la atención desde el principio: era al aire libre, dinámico, diferente. Y además, en el sitio donde vivimos se dan las condiciones perfectas para practicarlo. Vi la oportunidad y no me lo pensé”.

No tenía experiencia previa en deportes náuticos, pero sí una referencia cercana. “Hace muchos años, mi tía Mari Carmen hacía windsurf. Lo intenté entonces, pero no me terminé de enganchar. Aquello pesaba mucho, la botavara era un armatoste”, recuerda entre risas.

Sin embargo, el kitesurf fue amor a primera ola. “Empecé a volar la cometa con Tuti en la arena. Luego hice un curso privado en Isla Canela y, en verano, seguí aprendiendo en Nalú, en Punta Umbría. Poco a poco me fui soltando”.

A diferencia de lo que muchos creen, Patricia asegura que no fue complicado. “Desde fuera parece muy difícil, pero no hace falta fuerza. Es más cuestión de técnica y coordinación. Si entiendes cómo funciona la cometa, tienes la mitad del trabajo hecho”.

No era su primer contacto con el deporte. Patricia ha practicado fútbol femenino federado, baloncesto, piragüismo, golf, pádel y atletismo. “Mi padre ha sido siempre muy deportista, un fatiga del deporte. Yo lo he mamado desde pequeña”.

Su lugar favorito para volar la cometa es El Portil. “Allí lo tienes todo: agua plana, zona de olas, espacio. Es ideal tanto para principiantes como para quienes ya tienen nivel. En la provincia hay muchos aficionados y la mayoría acaba en El Portil. Es un sitio muy versátil”.

Pero su afición va más allá de la costa onubense. Patricia ha surcado playas en Tarifa, Caños de Meca, Galicia (durante el Kai Fest en Cesantes), Tenerife. Fuera de nuestras fronteras, ha practicado en Cabo Verde, Mauricio, Faro, Fuseta y Alvor. “Hacemos mínimo un par de viajes al año. El grupo de amigos con el que comparto esta pasión es espectacular. Solemos decidir los destinos en función del viento. Abrimos Windy, miramos la previsión y en base a eso elegimos. El viento es quien manda”.

Uno de los lugares que más le ha marcado es Cabo Verde, donde ha viajado recientemente. “Hemos estado en la isla de Boavista, y antes en la de Sal. Ha sido espectacular. No solo kitesurf: turismo de aventura, rutas en buggy, buceo… hasta salvamos una tortuga atrapada en una red. Es una experiencia completa”.

Actualmente, Patricia también practica wing foil, una disciplina más reciente y exigente. “Es una pasada. No vas atada a la cometa, así que tienes una sensación de libertad aún mayor. Puedes surfear la ola sin ir enganchada. Además, permite aprovechar días de viento que no sirven para el kite. Es más técnico, pero una vez que le coges el punto, te enamoras”.

Sin embargo, también ha vivido sustos. “En Faro, haciendo wing foil, se me soltó la vela y se fue mar adentro. Me tocó remar hasta la orilla con todo el equipo. Perdí la vela. Por suerte, la patrullera portuguesa la recuperó una hora después. Alguien la vio flotando sola y avisó”.

Aun así, lo tiene claro. “Este deporte es una terapia. La desconexión es total. Concentración, adrenalina, libertad… Lo tiene todo. Hay gente de 70 años que lo practica, y niños desde los 7. Solo hay que ser precavida, conocer tus limitaciones, mirar siempre el viento y no navegar sola”.

En Huelva forma parte del grupo ‘Afilando quilla’, donde se reúnen unas 70 personas aficionadas de toda la provincia. “Es un ambiente muy sano, muy amigable. Cuando hay viento, se activa el grupo y todos buscamos hueco para escaparnos al agua”.

Uno de los momentos que más sorprenden a quien no practica este deporte es cómo se vive un temporal. “Llega diciembre, hay borrasca, llueve… y para muchos es mala noticia. Para nosotros, ¡es un regalo! Con tu equipo vas preparada y estás deseando que sople el viento”.

Incluso su pareja, José Luis, ha acabado enganchado. “Al principio no quería ni oír hablar de cometas. Pero viendo el grupo de amigos, el ambiente y lo que disfrutábamos, se animó. Hizo un curso con Juanca, en Nalú, y ahora está más picado que yo”.

Patricia ya no concibe su vida sin este deporte. “Planeamos nuestras vacaciones y fines de semana en función del viento. El kitesurf es una forma de vida. Es imposible no enamorarse de esto”.

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