A sus casi 66 años y con la energía a pleno rendimiento, Juan José Fernández Pérez ha decidido tener una jubilación muy activa sobre la bici. Mientras muchas personas se acomodan al llegar a esta etapa de su vida, él ha preferido lanzarse a las carreteras con su bicicleta, una tienda de campaña y una bandera de Moguer amarrada al equipaje. En este momento, está culminando una ruta en bici que lo ha llevado desde su pueblo natal, Moguer, hasta París. Y la vuelta, porque tiene previsto entrar de nuevo en la localidad el próximo domingo 15 de junio.

Y no es la primera vez que Juan José se plantea un reto de estas características. En 2024 dio la vuelta completa a la Península Ibérica, sumando más de 4.500 kilómetros. “Nunca es tarde para emprender nuevos retos”, comenta nuestro protagonista.

Trabajó durante décadas para la Junta de Andalucía como conductor de camión, donde participó muchos veranos en el Plan Infoca contra incendios forestales. Se prejubiló a los 62 y se retiró completamente a los 65. Su vida profesional estuvo marcada por la entrega. “En los incendios no había nada que me echara para atrás. Me transformaba cuando estaba en el Infoca”, cuenta. Desde que colgó el uniforme, ha encontrado en la bicicleta no solo una afición, sino un propósito.
Adaptarse a la jubilación no fue fácil para él. “Lo que más me cuesta es que ya no hay ilusión porque llegue el fin de semana”, dice. Pero lejos de caer en la rutina, encontró un ritmo nuevo. Sale en bici casi todos los días de la semana con diferentes grupos locales y, en sus días libres, se lanza a rutas cada vez más ambiciosas.
Su primer gran viaje sobre dos ruedas fue a Santiago de Compostela, haciendo el camino que lleva a la catedral del Apóstol. La experiencia fue tan dura que, al terminar, no quería ni oír hablar del camino. Pero al año siguiente repitió. Primero con un amigo, luego solo. Y así, cada año, ha ido ampliando distancias, superando miedos y ganando confianza. Hasta que un día se propuso dar la vuelta a la península.
“Me llamaron loco”, recuerda con humor. “Pero me sentía capaz de hacerlo después de haber hecho Santiago un par de veces”. En 43 días recorrió 4.531 kilómetros. Solo descansó dos días: uno en Gandía, donde coincidió con su hijo y sus nietos, y otro en Cataluña, obligado por la lluvia. “No es que no haya momentos difíciles, claro que los hay. Pero la sensación de superarlos es una motivación que me mantiene ahí”.
La ruta de la vuelta a la península lo llevó por la costa mediterránea, el norte hasta Irún, luego el Cantábrico, Galicia y Portugal de sur a norte. En Lérida quiso cruzar los Pirineos, pero le dio respeto y optó por bordearlos. “Ya que estaba en Irún, entré 100 metros en Francia, hice la foto y me volví”, dice entre risas.
Este 2025 ha subido la apuesta y París ha sido el destino elegido. La motivación, cuenta, no fue otra que el propio reto de llegar hasta la capital francesa por el simple deseo de superación. “Tenía algunos destinos en mente como Roma y París. Había estado viendo algunos por redes sociales y finalmente me dije: tengo que hacerme una foto en la bici con la Torre Eiffel detrás. Y ya tengo la foto”, comenta entre risas, mientras apostilla que “lo importante era llevar la bandera de Moguer que me dio Gustavo”, refiriéndose al obsequio que le entregó el alcalde moguereño.


Las dificultades del camino y el último tramo
Su travesía no ha estado exenta de dificultades. La barrera del idioma, el mal tiempo, dormir en una ermita tras una tormenta. En su primer día en Francia estuvo a punto de abandonar. “Me agobié. No había nadie donde estuve y no podía comunicarme bien con nadie. Además, estaba lloviendo. Pero mi hijo me dio el empujón. Hablé con él por teléfono y me dijo que no me rindiera. Gracias a él seguí con mi ruta”. Ha aprendido a comunicarse con gestos, a confiar en su instinto y, sobre todo, a no rendirse.
Juan José es consciente de sus límites. Utiliza una bicicleta eléctrica, lo dice sin complejos: “Me ayuda, claro que me ayuda. Pero el reto es mío, el esfuerzo es mío”. Y viaja ligero pero preparado, con tienda, saco y lo esencial. Se hospeda donde puede, ya sea en campings, albergues o algún hostal barato. Todo lo organiza él, sin patrocinadores. Aunque contactó con Orbea y Bosch, agradece que no fructificaran los acuerdos. “Así no le doy explicaciones a nadie, solo en mi casa”.
Después de cumplir su objetivo en París, decidió tomarse la vuelta con más calma. Hablamos con él mientras estaba en Cáceres y sigue su ruta hacia el sur hasta llegar a Moguer, donde entrará escoltado por compañeros ciclistas. “Los últimos kilómetros los haré con los compañeros de bici ‘Los domingueros’ y ‘Los legionarios del Camino’, de San Juan del Puerto”.
Al llegar lo espera su familia, sus amigos y unas cervezas. “Una, dos o las que caigan”, bromea. ¿Y el futuro? “No lo sé. Roma está ahí, pero primero tengo que llegar a casa. Luego, ya veremos”.
Juan José Fernández no es un deportista profesional. No compite ni busca fama. Pero es el ejemplo vivo de que los límites están más en la cabeza que en las piernas. Su historia es una inspiración para todos los que alguna vez pensaron que los sueños tienen fecha de caducidad. Él demuestra, pedalada a pedalada, que nunca es tarde para comenzar una nueva aventura.