Por: José Luis Galloso
El Gran Teatro de Huelva rememora el viernes 3 de octubre un espectáculo que ha escrito un capítulo irrepetible en la canción popular española. Hace tres décadas, Javier Ruibal reunió a una banda de lujo para grabar en directo ‘Pensión Triana’, un álbum que el tiempo colocó en un lugar de privilegio por su genialidad, su riqueza musical y su literatura, entre otras muchas cosas. Para muchos, es un disco de culto.
Un viaje musical por el recuerdo colectivo de quienes se enamoraron de las exóticas danzas de la ‘Flor de Estambul’, los que cayeron esclavos del fuego de aquellas caderas en ‘Isla Mujeres’ o de confusos romances a la búsqueda de la ‘Rosa de Alejandría’. Con paradas en París, Manhattan o el Caribe, y un paseo por diferentes rincones de nuestra Andalucía, Ruibal y una renovada banda reunida para la ocasión, prometen momentos inolvidables.
El espectáculo ‘Pensión Triana, 30 Aniversario’ revive de principio a fin aquel mítico disco y abre la puerta a rescatar emociones vividas con aquellos temas. Pero también ofrece una nueva oportunidad a quienes buscan propuestas musicales perennes y quieren descubrir la magia de las dunas y los vientos que soplan en las canciones de Ruibal.
Y como es una oportunidad única para los onubenses, hemos querido que Javier nos cuente cómo será esa experiencia.

Javier, presentas ‘Pensión Triana. 30 Aniversario’ en Huelva, con un concierto muy especial. ¿Qué se va a encontrar el público?
Pues queremos que quien venga a vernos el viernes tenga la sensación de asistir, casi, a la grabación original de aquel disco. La idea de este concierto es tocar las canciones exactamente en el mismo orden en que fue concebido el álbum y reproducir la misma arquitectura del repertorio. Eso aporta un recorrido emocional que creemos que el público agradecerá.
Naturalmente, hay variaciones. Los músicos no son los mismos, pero el espíritu sí. Eso sí, contamos con un grupo muy versátil, con una profesionalidad y unas virtudes musicales tremendas. A mí siempre me gusta rodearme de músicos con los que siga aprendiendo.
Al final, este concierto aniversario propone revivir Pensión Triana como se escuchó por primera vez, con la frescura del presente. Esa es nuestra intención.
Y este mismo espectáculo del aniversario de Pensión Triana, ha visto la luz ya en otros escenarios…
Efectivamente, llevamos ocho o nueve meses con este formato y está siendo muy entrañable. Es un disco muy querido, con el que la gente intimó mucho. Tocarlo entero remueve recuerdos colectivos; cada cual trae lo que vivió con sus canciones. Se crea una emoción muy especial en la sala, un clima compartido entre escenario y público.
El espectáculo promete diversión y emoción a partes iguales. Hay canciones hondas y conmovedoras como ‘Amada’, Tanguito’ o ‘Rosa de Alejandría, y otras más festivas y bailables como ‘Ay! pelado’, ‘Tu sonrisa’ o ‘pasará. Es un viaje con momentos muy diferentes, pero todos con la misma intención de disfrutar y de conmover.
¿Qué sientes al volver a cantar ese repertorio?
Ese álbum tenía algo muy enérgico, una euforia especial, una energía chisposa que en directo se contagia. Requiere de una gran concentración y de mucho ímpetu para el que canta, que soy yo. Además, he procurado respetar las tonalidades originales, que son altas, así que también es exigente físicamente. A veces me sorprendo y pienso: ‘Si parece que estoy grabando otra vez, estoy igual que entonces’ (ríe). Pero lo cierto es que, por fortuna, la garganta responde y las canciones siguen estando igual de vivas que entonces.
…Y esta banda también se enfrenta a la tarea de defender el trabajo que hicieron grandes músicos en 1993
¡Tremenda la banda! (ríe) Aquel fue un equipo inmejorable. Artistas con carreras creativas y muy especiales, que se pusieron a disposición para grabar el disco. Gente con el talento de John Parsons, Antonio Toledo, Guillermo McGill, Marcelo Fuentes, Luis Dulzaides y Carlos Carli, que el pobre ya falleció. Jorge Pardo y Chano Domínguez y luego en los coros Martirio y Gemma Corredera…fue algo muy emocionante que revivo en estos conciertos del 30 aniversario.
Pero a lo que me preguntas, es muy sencillo defender el repertorio con esta banda, porque estos músicos llegan con una formación sólida y con mucha frescura. A diferencia de los que nos ‘criamos’ aprendiendo en la calle y entre compañeros, ahora la profesión viene de la universidad, del conservatorio, del estudio serio… y se nota. Muchos de ellos, además, han crecido escuchando este disco, con lo cual lo sienten cercano, como parte de su propia escuela. Se lo toman con un entusiasmo precioso y en el escenario eso se traduce en eficacia y brillo. Ellos también hacen un esfuerzo grande y salimos todos reventados del escenario, después de darlo todo en cada tema.
Y, además, tú sueles colaborar con muchos artistas distintos, ¿te resulta natural acoplarte a una banda nueva?
Siempre me he rodeado de gente estupenda, muy solvente con su instrumento. Y prefiero que cada músico toque mejor que yo, porque eso va a favor de obra. Mi criterio es dar espacio a todos y que tengan su momento, sus solos y que sea un protagonismo compartido. Que, por momentos, parezca el concierto de cada uno. El público percibe esa generosidad y la agradece.
¿Fue este disco un antes y un después en tu carrera?
Antes de ‘Pensión Triana’ yo había publicado tres discos que fueron ‘Duna’, ‘Cuerpo Celeste’ y ‘La piel de Sara’ que, por la desafección de las compañías, habían quedado descatalogados. No había rastro en aquellas estanterías ‘de cuando se compraban discos’ y, en la práctica, mi repertorio inicial era inencontrable. Grabé entonces ‘Pensión Triana’ en directo, con público, para rescatar aquellas canciones y devolverlas a la vida con seis temas nuevos.
Entonces el disco fue un gesto artístico y, también, una toma de posición. Es decir, si la gran industria no cuidaba ese catálogo, lo haríamos nosotros desde el escenario. Y no estuve solo. Aquel grupo tuvo una complicidad total. Éramos conscientes de que ‘jugábamos en otra liga’, no en la de los artistas moldeados por las grandes discográficas ni por sus campañas millonarias, pero queríamos reivindicar que aquí también se hace música de alto vuelo. Nosotros también sabíamos jugar y era el momento de salir a jugar.
La grabación en directo, con su riesgo y su verdad, decía justo eso: estamos aquí, con nuestras canciones, nuestras manos y nuestra gente, y lo hacemos así de bien. Fue también, por qué no decirlo, una muestra de orgullo y un punto de honor. Creo que el público lo entendió al instante y ese disco reordenó muchas cosas.

Un artista en una continua búsqueda
Además del concierto aniversario, has presentado otros trabajos en los últimos meses ¿Cómo ha sido la temporada?
Pues ha sido sereno pero con momentos muy especiales. El más luminoso, sin duda, fue llevar el espectáculo de mi último disco, el ‘Saturno Cabaret’, a Barcelona. Me hacía mucha ilusión porque la historia del disco transcurre en la ciudad desde los años 50 y pudimos presentarlo en un teatro justo enfrente de El Molino, en Para-lel 62, que además aparece citado en varias canciones. Tocar allí, con ese espejo histórico delante, tuvo algo de ajuste poético: las piezas encajaban y el relato cobraba otra profundidad. Y, para colmo, tuve invitados de lujo como Joan Manuel Serrat, Queralt Lahoz y Muchachito Bombo Infierno, que hicieron de la noche un acontecimiento. Fue emocionante de verdad.
La prensa catalana, tras la celebración del espectáculo, se refirió a un “Ruibal más expansivo” por la riqueza musical de ‘Saturno Cabaret’ ¿Cómo ha sido la evolución de aquel artista que publicó su primer trabajo en 1983 (Duna – Hispavox)
Yo he procurado incorporar siempre nuevos conocimientos y me he concedido mucha libertad. Me gusta imaginarlo como una navegación en la que sigues un rumbo, pero descubres nuevas calas, nuevos colores con los que pintar los lienzos musicales. Empecé con muchas canciones vinculadas al flamenco; con el tiempo me di permiso para otros territorios. No soy un flamenco estricto; soy de frontera y muy buen aficionado, como se suele decir. Ese vínculo sigue ahí, se nota cuando canto y cuando compongo, pero siempre he buscado sumar otras músicas sensibles para construir nuevas conversaciones con el público.
En este sentido ¿te consideras un artista versátil?
La versatilidad se construye. Puede que te ‘caiga’ de arriba cierta sensibilidad para tocar o cantar, pero la verdadera versatilidad te la dan los riesgos asumidos, es decir, pasearte por otros espacios sonoros aun a riesgo de caerte o de que no te entiendan. Como decía José Manuel Caballero Bonald – y es una de las cosas que más me ha servido en mi carrera– el camino es trabajar, escribir y crear con esmero, con mucho esmero. Si se trabaja con esa dedicación, no haciendo las cosas de cualquier manera, las cosas van saliendo y no se caen.
¿Eso es perfeccionismo?
Prefiero decir que soy puntilloso conmigo mismo. No me dejo pasar un acorde ya usado, ni un pasaje armónico o melódico que no esté justificado, ni un verso sin pulir hasta el último momento. No quiero repetirme. La autocopia es el camino al patetismo ante el público. Si una canción no está a la altura, no la publico; la rompo y a otra cosa. Ese rigor es, para mí, una forma de respeto hacia la gente que viene a escucharte y hacia ti mismo.
Hay quien te define como “artista de artistas”. ¿Te reconoces ahí?
He tenido la suerte de ser arropado por profesionales de mi cuerda y de otras, gente que busca hacer cosas personales. Si te ven un perfil propio, te apoyan; y yo hago lo mismo con otros. Eso es una cosa que se agradece un ‘montonazo’. En realidad, el hecho de que ellos te hayan elegido, no es que yo sea ‘un músico de culto’…quizás un músico para músicos. Bueno, te eligen aquellos que están en el oficio y que están intentando crear cosas diferentes, personales. Igual que yo apoyo a otros.
Además, mi música nunca tuvo expectativas de masas, es para buscadores. He seguido grabando y haciendo lo que me apetecía de una manera natural. En ese camino también se ha ido incorporando gente, que es público joven que viene a los conciertos, junto a los que permanecen ahí desde hace años.

Escuché a Javier Krahe en una entrevista que te habías creado “un rollito muy personal y auténtico, con eso de las dunas, el desierto…”¿es un poco eso?
Porque él también era un tipo identificable a la primera en su idiosincrasia y en sus maneras (cuenta Ruibal con una risa de complicidad hacía su amigo). Él tenía una personalidad que cultivó, pero no la cultivó para hacerse una imagen de cara a los demás, sino porque él siempre hizo lo que le dio la gana. Escribió lo que quería escribir y compuso lo que quería componer.
Y curiosamente, yo sigo teniéndolo muy presente, no quiero decir fuimos amigos, sino somos amigos, teniendo dos faros tan diferentes: el suyo y el mío. Sin embargo había una admiración mutua, Y lo agradecía porque él era uno de los tipos más cultos con los que yo he tratado en mi vida. Pero culto de verdad, profundamente culto y curioso. Y, además, como tenía mucha afición al flamenco, a mí me veía como un travieso en ese sentido. En definitiva, su apoyo lo siento con la misma emoción de entonces.
Huelva y el mar
¿Cómo te sientes cuando vienes a tocar a Huelva?
Pues en los últimos años he visitado Huelva y la provincia varias veces. La sensación es como estar en casa. Huelva y Cádiz comparten sensibilidad y humor. Si desde el escenario hago un comentario irónico o una presentación con retranca se entiende igual. El público es muy aplaudidor, con ganas de pasarlo bien y emocionarse. Luego te paran, te agradecen la música, te cuentan cuánto tiempo les acompañas…
No noto diferencia entre tocar en Huelva o en Cádiz; es la misma familia extendida mirando al mismo mar. Ese calor, esa manera de escuchar y devolver la música, te obliga a darlo todo y te deja con la certeza de que compartir escenario allí es un privilegio. Yo los siento como compañeros de viaje: compran su entrada en un acto de generosidad y caminamos juntos.
Vives en El Puerto de Santa María. ¿Qué te aporta el mar?
Me centra y me sosiega. El mar, que en apariencia es un límite, al contemplarlo da libertad. Vivir junto a él es un lujo que agradezco cada día. Y hay algo de continuidad. Desde una playa de la Bahía puedes sentirte en Huelva, o en Latinoamérica… quizá por la lengua, quizá por la historia, quizá por la mirada compartida al mismo horizonte.
¿Influye el lugar donde estás cuando compones?
Lo primero es trabajar y concentrarse a diario estés donde estés. Pasé cuatro años en Madrid, donde compuse dos discos durante la pandemia, y se escribe donde te pones. Dicho esto, es cierto que si te reconoces en el sitio donde vives hay un cierto alimento espiritual a la hora de componer que se deja notar. Yo ahora, por ejemplo, estoy escribiendo cosas que me están dando unas satisfacciones estupendas y las estoy escribiendo estando aquí, en El Puerto de Santa María y noto la diferencia de aquellas otras que compuse en Madrid. Y sí, hay una energía diferente.
No puedo evitar preguntarte por un tema de actualidad como es el genocidio en Gaza ¿Cómo se gestiona salir a escena en momentos como este?
Es una cuestión muy delicada. No me gusta subirme en el púlpito ni ir de portavoz de nada. El dolor es algo muy personal. Protestas, dices algo, pero enseguida piensas ‘¿quién soy yo?’. Somos muchísimos los que estamos tristes e indignados. Lo que sí afirmo es que en la Tierra no hay paz, hay guerras. A veces creemos que no existen porque no nos tocan de cerca. La conciencia debería partir de ahí, porque millones de personas son maltratadas a diario. Sin señalar países ni dirigentes —no hace falta—, todos sabemos que hay decisiones de energúmenos que perpetúan el horror. Y sí, me aborrezco de nuestra especie cuando pienso que casi todo lo malo que sucede a los seres vivos del planeta es responsabilidad nuestra. Menos ombligo y más manos a la obra con solidaridad, afecto y generosidad.
Volviendo al concierto en Huelva ¿por qué no hay que perderse el espectáculo?
Va a ser una experiencia ‘de memoria viva’. Volverán a escuchar el álbum que conocen, pero latiendo en el presente. La banda trae su frescura; habrá pasajes para el lucimiento instrumental, retales de improvisación, y ese pulso de ida y vuelta con la gente que hace a cada ciudad diferente.
‘Pensión Triana’ sigue respirando en 2025. Nosotros ponemos el oficio y la alegría; el público, su deseo de emocionarse. Con eso basta para que la noche sea grande.