Ángela celebró sus 82 años el pasado 6 de septiembre y no hace otra cosa que seguir preguntando a sus familiares que cuántos cumple porque no se cree que ya haya pasado los 80: “¡Pero si yo me veo súper joven!”, suele decir.
Nuestra protagonista no entiende de móviles, de películas ni de medias tintas. Pero sí tiene una concepción del bien que ojalá reinara en esta sociedad. Ella siempre ha hecho lo que mejor le parecía, cuidar de los suyos. Si pudiera, regalaría el tiempo que pasa echando de menos a sus nietos por tenerlos a su lado y no a través de una pantalla. Y mira que adora e intenta aprovechar cada segundo…
Con tan sólo mirarla, puedes darte cuenta de que es una bella persona y no existe una escala de números en la que pueda ser valorada. Tiene el inmenso don de amar de forma incondicional y no saber odiar. Todo lo que le viene en la vida lo sufre, lo afronta y se prepara para la siguiente batalla. Una mujer de su casa, de las que vive por y para los demás en su totalidad. Ahora, en su ancianidad, es un poco cabezona y exigente, pero siempre ha sido una mujer muy humilde.
Con un corazón que no le cabe en el pecho, siempre se pone del lado de los desfavorecidos. Una sufridora en silencio, de las que se aterra al ver el telediario y se limita a intentar ayudar a quien sea como pueda. Ella da todo lo que tiene y muchísimo más. Si se encuentra cinco euros en un bolsillo, los da. Si se percata de que tiene una esclava de oro que jamás se pone, la vende y reparte lo cambiado. Para nada se considera una beneficiaria, tan sólo del amor de los que la rodean. Por eso mismo, es inmensamente querida por los suyos, pero también por sus vecinos.
Otra cualidad de Ángela es que no se le escapa nada. Constantemente la verás pendiente de que a ninguno le falte nada. La matriarca perfecta por excelencia: “yo estuve un mes enferma y ella, estando fatal y teniendo que cuidarla yo, me cuidó a mí. No se puede dar más amor del que ella da. Conmigo también ha pasado por mucho, sobre todo cuando estuve hospitalizada durante dos meses. Yo la veía sufrir, pero no se quejaba nunca. Es una mujer extremadamente especial”, nos cuentan sus hijas.
!Ay, abuela! Cuánto nos regalas y cuánto te queremos. Muchísimas felicidades en tu día y tan sólo esperamos que sigas cumpliendo años con esa valentía. ¡¡A por los 83 y todos los demás que vengan, guapísima!!