Entrevistamos al Padre Ángel Becerra Gómez, pregonero del Rocío de la filial palerma. Natural de El Ejido, Don Ángel lleva dos décadas profundamente vinculado a Palos de la Frontera, a sus gentes y a sus costumbres, con un sentimiento especial hacia la Hermandad del Rocío de nuestra localidad.
– Tras 20 años de unión con Palos de la Frontera, ¿con qué se queda de esta relación?
Sinceramente, me quedo con toda mi experiencia personal con los palermos y las familias de este pueblo, con el trato diario, el poder conocer a personas y hacer amigos. Desde que se produjo mi primer encuentro con Palos hace más de 20 años hasta el día de hoy, sólo guardo amistad, cariño y recuerdos bonitos.
– ¿Cómo se fragua su presencia como pregonero del Rocío este año?
Pues era algo que me habían propuesto otros años, pero por diversas circunstancias no se dio. Antes, yo estaba en Madrid, no en El Ejido como estoy ahora, con lo que era más complicado. Para este año, el Hermano Mayor, José Luis, al que le tengo un profundo cariño y conozco desde que era un chiquillo, me transmitió su entusiasmo por que yo fuera pregonero y accedí.
– ¿Qué sentimientos le surgieron mientras daba el pregón?
No me puse nervioso, pues la edad y la experiencia contribuyen a que así sea, pero sí que me brotaron muchísimos sentimientos, pues es el momento en el que voy a expresar en público qué es para mí el Rocío con la Hermandad de Palos de la Frontera, que es con quien he vivido El Rocío. Claro, son 20 años de ir al Rocío con esta Hermandad y todo eso lo tienes que plasmar, por eso titulé el pregón como ‘Memoria’. Parece que 20 años no son nada, pero durante todo ese tiempo he vivido muchas experiencias. He reído, he llorado, he bautizado, he celebrado bodas, he oficiado entierros, he acompañado, etc., todo ello con Palos de la Frontera. Y, claro, todos esos recuerdos me vinieron a la mente cuando daba el pregón mientras miraba las caras de la gente que abarrotaba la Iglesia de San Jorge. Por eso, si hay una palabra que define al pregón es sentimientos. Intenté trasladar, ni más ni menos, el amor que siento hacia la Virgen del Rocío y hacia el pueblo de Palos. Unir esas dos cosas fue lo más grato y más importante para mí.
– ¿Acudirá este año al Rocío?
Yo voy a seguir yendo al Rocío mientras mis piernas respondan, mi cuerpo aguante y la salud lo permita. Tengo pensado iniciar el viaje el lunes 30 a las 6’00 de la mañana para estar muy temprano en la aldea, pues la Virgen ya estará allí. A mí me gusta pasar una noche a solas en el Rocío con la Virgen. Luego, el martes le echaré una mano a la Hermandad de Palos y el miércoles amaneceremos temprano para la misa en la Plaza Pilar Pulgar y ya ponernos en camino.
– ¿Qué espera de la romería del Rocío 2022?
Lo primero de todo, porque creo que es importante a pesar de la ilusión que todos tenemos, es que debemos tener precaución. Vamos a ser honestos, la pandemia no se ha ido, está todavía ahí y nos puede hacer daño. Por ello, tenemos que procurar convivir todo lo que podamos, disfrutar, rezar y, en definitiva, todo lo que tiene que hacer un peregrino, pero cuidándonos los unos a los otros, y ahí está la responsabilidad que todos debemos tener. Por supuesto, también tenemos que tener expectativas espirituales, que son el encontrarnos todos juntos, con El Rocío lleno de alegría y esperanza por su encuentro con la Madre, que es lo que los rocieros esperamos y, si no es así, mejor quedarse en casa.
– Ya que ha mencionado la pandemia, ¿cómo la vivió? Cuando estuvimos confinados, con muchísimo dolor porque, claro, veías esos telediarios y escuchabas día a día esas cifras tan altas de muertos. ¿Quién no se estremece ante esa realidad? Entonces, yo estaba ya en Almería y tenía las puertas de la iglesia cerradas por las restricciones. Cada día, esperaba a que llegara la tarde para celebrar la eucaristía. Miraba a los bancos y los veía desiertos y me preguntaba que cuánto iba a durar aquello. La gente en sus casas también ha vivido esa etapa con muchísima tristeza. Por todo eso, no falté un día a la oración, sobre todo por las familias que perdían a un ser querido y no podían despedirlo, abrazarlo, tocarlo. ¿Cómo se puede vivir eso desde la fe? Pues desde la confianza absoluta en que Dios es nuestro Padre, que nos recoge y nunca nos abandona. Con ese deseo yo celebraba la eucaristía siempre en mente con las palabras de Jesús: “El que cree en mí y come de este pan, por siempre vivirá”.
– Ahora surgen nuevas patologías que algunos temen que desemboquen en pandemia, como el caso de la viruela del mono. ¿Qué piensa usted al respecto?
Yo creo que es distinto, no es una pandemia y sí es cierto que son casos que están ahí y por los que hay que tomar precauciones. Ante los avisos que se están dando, yo creo que debemos ser cautos y tomarlo con responsabilidad y, sobre todo, como dije antes, cuidarnos los unos a los otros. Eso es fundamental, el hacer valer la vida humana, tanto la del otro como la nuestra propia.
– Otro de los asuntos candentes es el tema de la guerra de Ucrania. ¿Qué piensa usted de esto?
Es algo que aún está ahí, pero de lo que cada vez se habla menos, lamentablemente. Ya no es el tema número uno. Yo, sin embargo, cada día pido por la paz en el mundo y por los pueblos que sufren la violencia y el terror de los opresores. Yo sigo rezando, ayudando y acogiendo, y ya no porque sea sacerdote o me considere Iglesia, sino porque soy humano y la vida humana es el don más grande que recibimos de Dios. Por eso yo no me olvido.
– Hace pocas semanas fallecía el querido Cardenal Carlos Amigo Vallejo. ¿Cómo le afectó la noticia?
Yo he tenido la suerte de conocerlo personalmente y de estar con él, incluso, en La Rábida. Un año, comimos allí porque los frailes nos invitaron a almorzar. Estuvimos charlando, nos hicimos fotos e, incluso, una anécdota, lo invitaron a dar un paseo en charré por los pinos. Él me dijo que le acompañara, pues le daba vergüenza ir solo. Y ahí me tuve que montar en el charré con el Cardenal. Días después, mi Obispo de Madrid me llamó y me preguntó, en tono amistoso, qué hacía yo con el Cardenal montado en un charré. Se ve que el Cardenal amigo se lo contó. Es una anécdota que recuerdo con mucho cariño. Obviamente, la noticia de su muerte me afectó por muchos motivos, entre ellos, porque viví con él el 50 aniversario de la Hermandad del Rocío de Palos de la Frontera.
– Para finalizar, ¿qué mensaje le gustaría mandar al pueblo de Palos?
Una de las principales cosas que deseo para el pueblo es que nunca falten salud y trabajo, y que los palermos siempre miren y cuiden a su pueblo. Un pueblo con una gran historia al que me gustaría que supieran que quiero como quiero al mío. El Ejido y Palos forman una parte muy íntima de mi vida. En el fondo somos pueblos parecidos, aunque es cierto que El Ejido ha crecido tanto, pues tenemos casi 100.000 habitantes, que ya somos más ciudad que pueblo.
Yo, este año, por la dilatada trayectoria de años que llevo, porque la vida tiene sus etapas y por otras circunstancias, decidí ‘cortarme la coleta’. La pandemia me ha pasado mucha factura en este sentido, como también me ha afectado la invasión de Ucrania. No obstante, tengo claro que quiero disfrutar de los años que me queden de vida, hasta que el Señor quiera, con El Ejido y con Palos de la Frontera.