Este mes, en la sección \’La Mar de Punta\’, hablamos, con Manuel Ángel Rodríguez Riera, quien nos cuenta brevemente su trayectoria como trabajador en la mar, la cual empezó cuando sólo era un niño y finalizó tras su jubilación en 1997
Nuestro vecino Manuel Ángel Rodríguez Riera nació en Lepe el 12 de julio de 1939. Casado con María Álvarez Mora, tiene 4 hijos: María del Mar, Manuel, Juan y Alejandro Rodríguez Álvarez. Además, Manuel tiene 5 nietos. Es una persona de sobra conocida en nuestro pueblo y como muchos puntaumbrieños, es un hombre de la mar de toda la vida, algo que es un legado familiar, ya que sus abuelos también eran marineros. De hecho, tenían barcos en El Portil y por eso Manuel se mudó allí, junto a sus padres, cuando contaba con 12 o 13 años.
Como era habitual en aquellos tiempos, no pudo ir a la escuela, aunque de mayor ha recibido formación y le apasiona leer. Recuerda que cuando estaba en la mili, un cabo primero le escribía las cartas que él mandaba a casa. Y es que de niño y adolescente, Manuel tenía que trabajar para ayudar a que su familia saliera adelante: “Cuando la cosa estaba mala de pesca, mi padre, mi hermano José y yo nos íbamos andando al Rompido y a Punta Umbría, vendiendo bocas y marisco por la playa. Nos llevábamos todo el día andando y cargando a pulso todo el material”, recuerda.
Cuando falleció su abuelo, con las 20.000 pesetas de la herencia pudieron mudarse a Punta Umbría y comprar un barquito. Años más tarde y ya casado, otro triste suceso, el fallecimiento de su madre, le permitió comprar una barquita que llevaría por nombre María del Mar y Manolo, los nombres de sus primeros hijos, aunque todo el mundo la conocía por ‘La lancha colorá’. Aunque hay que decir que no es ésta la única embarcación que nuestro vecino ha tenido en sus muchos años trabajando en la mar.
Manuel nos cuenta cómo ha cambiado la pesca desde su infancia hasta la actualidad. Por poner algunos ejemplos, las redes eran de algodón, los barcos no tenían motores y prácticamente todo se hacía a pulso, con la fuerza de los brazos. “Antes hacíamos las cosas como los vikingos, todo a remo”, apunta riendo. También ha sido testigo de cómo ha cambiado Punta Umbría: “Cuando yo vine aquí, nada más que había casetas de madera entre arenas y retama”.
Se jubiló en 1997 tras una operación de columna con la que le costaba muchísimo trabajar, pero algunos de sus hijos mantienen vivo el legado marinero familiar y Manuel disfruta de su vida y de su familia y es una persona admirada y querida en el pueblo. “A mí siempre me ha gustado llevarme bien con todo el mundo”, finaliza.