El destino quiso que Bousakóne naciera en el campo de refugiados de Ubin, en Tailandia, el 11 de septiembre de 1978. Sus primeros pasos no fueron en un hogar estable, sino en un lugar de tránsito, de espera. Con apenas un año, llegó a España con su familia como refugiados de la guerra de Vietnam. La travesía de su vida comenzaba con un cambio radical, dejando atrás lo poco conocido para sumergirse en una cultura completamente nueva.

Los primeros años transcurrieron en Madrid, donde sus padres aprendieron a adaptarse a la nueva cultura, a la gastronomía, a una forma de vida distinta. Pero fue en Punta Umbría donde la historia de Bousa encontró su verdadero hogar. «Aquí crecí y tuve una infancia que recuerdo muy bonita en esa famosa ‘casa del Murito’. Aún recuerdo cada pared y cada escalera«, rememora con cariño. Aquellos caminos de arena bajo la sombra de los árboles la llevaban al colegio Caracola y a la playa, donde su infancia quedó grabada entre juegos y risas.
A pesar de que sus estudios y trabajo la llevaron lejos durante muchos años, Punta Umbría siempre fue el lugar al que regresar, su hogar. Se formó en Administración y Comercio, trabajó durante casi 17 años en una empresa y, actualmente, desempeña su labor como administrativa en un hospital de Huelva. Su conexión con Punta Umbría nunca se debilitó. Hoy, con su vida anclada en este rincón del sur, comparte su día a día con Tuti, aquel amigo de siempre que con el tiempo se convirtió en su marido. Sus amigos, la familia de Nazareno y las tradiciones del 1 de mayo son parte fundamental de su identidad, de ese vínculo inquebrantable con la tierra que la acogió con inmenso cariño.
Pero hay algo que define a Bousa más allá de su historia de arraigo: su pasión por viajar. Para ella, descubrir nuevos rincones del mundo no es solo una experiencia, es un viaje interior. «Viajar me ayuda a desconectar de la monotonía y a conectar conmigo misma«, confiesa. Fue precisamente en uno de esos viajes donde nació su primer libro: «El sendero hacia lo más alto«. Lo que comenzó como un diario personal de su aventura en Nepal terminó convirtiéndose en un relato publicado, una historia que invita a la reflexión y a la búsqueda del crecimiento personal.

Sin guía ni porteador, Bousa recorrió en solitario los 135 kilómetros hasta el campamento base del Everest. Cargando una mochila de 15 kilos y enfrentando el frío y la altitud, logró llegar a los 5.364 metros sobre el nivel del mar. «Ese momento, con los brazos alzados al cielo y mirando a esa enorme montaña, fue como un auténtico renacer«, recuerda con emoción. Pero más allá de la meta, cada paso de su camino fue una lección de vida, una oportunidad para encontrarse consigo misma y con las personas que se cruzaron en su trayecto.
«El sendero hacia lo más alto» no es solo un libro sobre su viaje. Es una invitación a explorar los límites propios, a atreverse a desafiar lo imposible, a descubrir que la verdadera aventura es la transformación personal. Para quienes buscan inspiración en cada página, en cada historia, Bousa deja una huella imborrable: la certeza de que cada viaje es una oportunidad para renacer.