“Aquel olor a trementina y el ambiente cultural que se respiraba en la academia, me abrió un mundo nuevo. Aquel era mi mundo”

Cuando cayeron en sus manos aquellos primeros cómics de la editorial Bruguera que, en los años 70 y 80, servían para dar rienda suelta a la imaginación de los niños, Laureano González Cortés comenzaba a dar forma a su pasión por el arte. Previamente, don Eladio Escribano lo animaba en el Colegio Santo Cristo del Mar a dibujar en aquellas láminas de Emilio Freixa que entregaba a los alumnos. Pero fue cuando pisó por primera vez la academia de arte con solo 16 años, cuando se convenció de que ese era su lugar y su destino personal y profesional.

«Don Eladio vio que tenía facultades y me animaba mucho con las láminas. Iban por temas; pasajes, animales… y a mí me gustaba mucho dibujar con ellas. Me enfrascaba con eso«, recuerda González. Aquel impulso se alimentó luego con los primeros cómics de superhéroes y las atractivas revistas ilustradas que adornaban a los quioscos de la época, donde el dibujo y la narrativa visual lo sedujeron para siempre.

En su adolescencia ya comenzaba a producir sus primeros trabajos de ilustración y cómic. «Hice algunos cómics que se publicaron en revistas de la Diputación de Huelva como El Camaleón. Recibí algunos premios en algunos concursos y todo aquello me gustaba de verdad. Quería publicar en aquellas revistas«, rememora. Fue entonces cuando comenzaba a forjarse su vocación. El dibujo y el arte era algo más que un pasatiempo, pero para ocupar un espacio en aquellas publicaciones, había que mejorar técnicamente.

Fue entonces cuando pisó el estudio Arte2, en la calle Marina, donde recibió clases de Rafael Mélida y Paco Rivera, este último compañero de estudios del afamado pintor puntaumbrieño Pedro Gil Mazo. «Allí descubrí el carboncillo, la composición, el color… y se me abrió todo un mundo. El olor a trementina, aquel ambiente cultural que se respiraba…me abrió un mundo nuevo. Me di cuenta de que aquel era mi lugar”.

En uno de lso certámenes de pintura en la localidad.

Versátil en técnicas y registros, González ha explorado desde la aerografía a la acuarela, pasando por acrílicos y óleos. «Los acrílicos me han dado mucha libertad, sobre todo cuando salgo a pintar a la calle o en certámenes. Secan rápido y permiten resolver con frescura«, explica. Actualmente trabaja una serie de Cuadernos de Viajes, en acuarela, sobre lugares que ha visitado y que le han dejado una huella emocional. «Son sitios que me han marcado. Londres, por ejemplo, aunque no he vivido allí, me inspiró mucho

Laure es un pintor que sigue explorando con nuevas técnicas y escenarios.

Su mirada cuando pinta en la calle, contrasta con su trabajo en el estudio, donde se centra en  desarrollar conceptos y en el estudio de la figura humana. «Cuando estoy en el estudio trabajo con ideas más elaboradas. En la calle, en cambio, busco la luz, la composición y la profundidad del paisaje. Son dos escenarios diferentes y cada una lleva consigo una motivación«.

Trabajando en el estudio de pintura.

Definir su estilo no es tarea fácil, aunque él mismo se lanza al intenti: «Se puede decir que mi punto de partida fue el impresionismo, pero he evolucionado, explorando, aprendiendo. Lo que busco es representar lo máximo con lo mínimo. Busco la simplicidad«.

Entre sus referentes menciona a ilustradores como Bernie Wrightson y Jordi Bernet, y clásicos como Gustave Doré. En cuanto a la pintura, se ha visto influido por clásicos como Velazquez y Klimt, junto a contemporáneos como Mark lague y Dusan Djukaric. «Mi obra está muy marcada por el dibujo. Por mucho que evolucione hacia la mancha, el dibujo es la base y está en mi origen como artista«.

A lo largo de su trayectoria ha obtenido cerca de 30 premios, desde el certamen del centenario del Barrio Obrero en 2017 hasta concursos provinciales de pintura rápida. Sus obras están repartidas por la provincia en Ayuntamientos como el de Valverde, Villarrasa o Beas.

Laureano también es docente. Lleva seis años impartiendo clases en la Escuela Municipal de Pintura de Punta Umbría, además de clases particulares. «Con la enseñanza aprendo mucho. Sobre todo con los jóvenes. Pintar en la calle, algo que el los último años estoy haciendo bastante, me enseña en un corto periodo de tiempo. Lo que  en casa tardas semanas en aprender, en la calle te lo puedes llevar en una ornada de pintura

Pintar al aire libre es una constante en los últimos tiempo para el artista.

Para él, el arte es esencial en la educación y defiende la necesidad de acercar a los escolares a esta disciplina. «La parte artística y cultural no debe descuidarse. Aunque no te dediques profesionalmente, el arte desarrolla sensibilidad.»

Su mensaje a los jóvenes artistas, es un alegato a la persecución de los sueños de cada cual, pero con esfuerzo. «Si te apasiona, ve a por ello. Pero con los pies en el suelo. No es fácil, hay que diversificar y tener claro que es un proceso de mucho sacrificio. No todo es inspiración. Hay que trabajar mucho y aceptar que a veces harás cosas que no te entusiasman, pero que forman parte del camino«.

Su pueblo natal, una inspiración

Las calles y los rincones de Punta Umbría son algo más que el lugar que lo vio nacer y crecer, es una fuente de inspiración. Aunque durante años su mirada artística estuvo más volcada hacia lo conceptual, en los últimos tiempos ha encontrado en los rincones del municipio un poderoso vehículo emocional. “Antes tenía las miras puestas hacia fuera, pero pintar lugares donde has vivido, estado o visitado se ha vuelto inevitable. Quizás sea la nostalgia de la edad”, reconoce el artista con humor.

Esa conexión íntima con el entorno se refleja especialmente en sus obras de pintura rápida al aire libre, donde capta la atmósfera de las calles puntaumbrieñas con una frescura que nace del trazo espontáneo y el dominio del color. Sus cuadros suelen incluir vida, a través de personajes en las terrazas, figuras deambulando por las calles, junto a la flora y la fauna local, que evocan experiencias vividas. “Cuando pinto en la calle, lo que busco es la luz, la composición y la profundidad”, explica. En su caso, representar un rincón del pueblo es también representar una parte de sí mismo.

Laureano González, con su trazo firme y su mirada introspectiva, ha hecho del arte no solo una profesión, sino una forma de vida que ha forjado el artista que es y la persona que vive en él.

 

 

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